El bar y café Samoiedo de Viña del Mar. |
Me gusta esa onda retro del Samoiedo de Viña del Mar, porque es auténtico. Paseando por la peatonal Valparaíso, este café viñamarino no pasa inadvertido porque es un clásico. Tiene el estilo de los salones de té de la avenida Corrientes de Buenos Aires.
El Samoiedo ha sido el centro de la sociedad de Viña del Mar, por generaciones. Cada vez que visito la ciudad me doy un tiempo para servirme un café en sus cómodas mesas con sillas de respaldo alto. Las lámparas, el mobiliario, la pintura, la disposición de las botellas de trago en el bar, las tortas, los objetos de merchandising en vitrinas bien cuidadas, son un impacto agradable a la vista del visitante.
Pero, el Samoiedo me gusta por un valor emocional que agrego a las características antes señaladas. La primera vez que estuve en ese recinto fue a fines de los años sesenta. La persona que me acompañó en aquella oportunidad fue Luis García Díaz, el Maestro, un periodista penquista de gran pluma, una explosiva labia y ojos pícaros.
Estuvimos varias horas allí, luego de un demoledor viaje nocturno en bus desde Concepción, en el que no pegamos ni una sola pestañada. Durante todo el camino el Maestro no interrumpió su simpático bla, blá. Nos habían enviado a reportear un partido entre Deportes Concepción y Everton. Como el bus llegó a Viña cerca del mediodía y el partido era a las cuatro, García me sugirió hacer hora en el Samoiedo. Demás está decir que terminada la jornada, nos dirigimos a Sausalito bien contentos y parlanchines.
En esos tiempos llamábamos a los entrenadores mentirosos con buzo. A la sazón el técnico de Everton era un argentino con aspecto de gitano, José María Lourido; y el de Deportes Concepción otro trasandino, José Ledesma.
Pero, regresemos a ese café-bar. Se producía allí una suerte de reunión de periodistas y esta gente del deporte. El masajista Hernán “Chamullo” Ampuero hablaba a viva voz con el informador de cancha Luis Délano, mientras Max Wenger y "Cheché" Martínez oían con atención. Todo el mundo deportivo pasaba por el Samoiedo antes del partido.
Este fin de semana estuve de nuevo allí y los fantasmas de esos años se me vinieron a la memoria. Los vi a todos conversando animadamente en las mesas del Samoiedo.
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