Dr. JUAN ASENJO |
La entonces ministra de Defensa, Michelle Bachelet, comprendió de inmediato el valor de la propuesta del doctor Juan Asenjo, Premio Nacional de Ciencias, y autorizó a que dos estudiantes de doctorado de Biotecnología de la Universidad de Chile, volaran en un avión Fach, a la Antártica.
Los estudiantes llevaban un tambor con hidrógeno líquido, en cuyo interior la temperatura era de menos 180 grados centígrados. El propósito era capturar una buena cantidad de krill. En Santiago abrieron los estómagos de algunos de estos camarones diminutos y se pusieron a investigar sus jugos gástricos para encontrar un intrigante tipo de enzima. Y la hallaron. Resultó ser la proteasa criofílica, bautizada por los estudiantes como "juanasa".
Querían saber cómo es que aquella podía hacer su trabajo sin ningún problema a la temperatura extrema de las aguas antárticas. Esto era que "juanasa" fuera capaz de degradar proteínas, lípidos e hidratos de carbono sin importar el frío. Y lo descubrieron.
El doctor Asenjo dijo que los estudios de estos científicos chilenos dieron con la fórmula y establecieron el método. Como los resultados no estaban en ninguna base de datos del mundo, se iniciaron los pasos para patentar el descubrimiento.
Pero, ¿cuál es la importancia de eso y por qué se interesó Bachelet?
Como la suciedad en la ropa es generalmente restos de alimentos y material orgánico, la enzima en cuestión puede ser incorporada a detergentes para el lavado. Debido a su capacidad de actuar muy bien en frío, no sería necesario calentar agua para ese menester y si se tiene en cuenta que en Chile solamente hay un millón de lavados diarios, ayudaría enormemente a ahorrar energía y a descontaminar.
De este modo el descubrimiento y el método para sintetizarla ya patentada puede ser adquirida por cualquier firma mundial y el royalty significaría un muy buen negocio para la ciencia chilena. Así se entiende la innovación: una buena idea que puede convertirse en un producto comercial.
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