Saturday, June 24, 2017

UN MAESTRO DEL PERIODISMO PENQUISTA

               En la tarde de este 24 de junio de 2017 fueron sepultados los restos del destacado periodista de Concepción Hernán Osses Santa María (87). La ceremonia se efectuó bajo fuerte lluvia en el cementerio parque de San Pedro de La Paz, luego de una misa en su memoria en la iglesia San Agustín. En el acto de despedida hablaron una dirigente del Colegio de Periodistas, y los periodistas Carlos Basso y Max Wenger, quien fuera, este último, un gran amigo de Osses. Wenger rememoró al fallecido precisamente desde la perspectiva del periodismo y de la amistad. Resaltó las características personales de Hernán, quien dedicara gran parte de su tiempo a la profesión, sin descuidar por ello su entrañable amor por su familia integrada por Sonia, su mujer, y sus hijos Andrea y Pablo.
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          A continuación presento a mis lectores lo que para mí es una semblanza del periodista fallecido, quien fuera mi profesor en la Escuela de Periodismo en la Universidad de Concepción.

Hernán Osses Santa María.
          Hernán Osses Santa María ha partido de este mundo donde dejó una estela de recuerdos en lo personal y profesional que cada uno de sus cercanos los contará a su manera. Como una de esas personas narraré parte de los míos.
       En perspectiva, estimo que Hernán se desencantó de los dirigentes políticos de su época y tal vez con razón. Frente a ellos fue un escéptico. Por su capacidad para observar, de temprano llegó a la convicción que ellos jerarquizaban acomodar sus propias vidas en lugar del primer objetivo, luchar por el bien común. Y esa pelea de desenmascarar, Hernán la dio solo desde su máquina de escribir. Valiente, porque enfrentaba a un dogmatismo local de adversarios chatos y sin vuelo. En venganza lo secuestraron. Los detalles del episodio son historia conocida. De ese modo quisieron acallarlo. Pero, Hernán estaba por encima de sus enemigos, por eso siguió escribiendo sin trauma, sin buscar revancha. A sus torturadores no les guardó rencor.
           En el periodismo regional trabajó sin calcular resultados. Para los críticos ortodoxos, simplemente caminó por la vida fuera del carril de lo políticamente correcto. Sin llegar a ser irreverente puso en su lugar a quienes lo merecían. Ese valor le admiramos y parece ser la tónica de quienes trabajaron con él y que han escrito sobre su persona en estos días. Con los años los políticos también llegaron a respetarlo, reconociendo en él virtudes profesionales y no militantes.
            Fue un vanguardista, un enamorado del cine europeo de post guerra. Hablar con él en este campo era transportarse lejos de la lluvia de Concepción. Y esta influencia optimista y alegre la sabía transmitir muy bien por la radio y la publicaba con fotos y amenos textos en el diario. Quería que sus lectores soñaran, que se sintieran importantes y que sus auditores levantaran la mirada oyendo trozos del programa «Paris Ritmo» de la radio y televisión francesa cada domingo en las mañanas. 
            Fue un hombre de pensamiento moderno, un innovador que estuvo por fuera de los marcos de la rutina. Su inspiración y su sensibilidad se captaban en el medio. Como comunicador buscó sorprender a los penquistas con sus publicaciones. No fue un hombre común y corriente, por eso estar cerca de él era enriquecedor.
      Tampoco fue grave, ni partidario de formar clanes. Sus relaciones interpersonales abarcaron todo el abanico social. Por ejemplo, asistió al funeral de la humilde abuela que vendía café en la Escuela de Periodismo demostrando así que para él la amistad tenía que ser incondicional. Su conducta estuvo muy lejos de adoptar poses para agradar.  Sentía una íntima rebeldía contra los oportunistas. Le cargaba la mediocridad.
         En su juventud jugó fútbol por el gremio de periodistas. Un texto publicado en la prensa en 1956 así lo ratifica. Después se hizo comentarista deportivo. La personalidad que hemos descrito también se manifestó en esta disciplina. En una ocasión en un camarín le preguntó al técnico argentino José Pérez, que por qué su equipo Wanderers jugaba tan mal. El entrenador se salió de sus casillas y pretendió desautorizarlo. Hernán no se amilanó y siguió con las preguntas. La entrevista, que estaba saliendo en vivo por la radio desde Las Higueras, se convirtió en un debate con un acalorado Pérez. Quizá esa tarde memorable la radio «Simón Bolívar» obtuvo la mayor sintonía de su historia.
Texto del diario El Sur publicado en 1956.

         La ausencia del doble estándar, la generosidad para dar oportunidades y la autoridad profesional fueron su sello. Ese es el reconocimiento de quienes lo conocimos de cerca y de verdad. Hernán Osses Santa María fue el periodista preciso para la ciudad penquista del siglo XX y para los estudiantes de esa carrera de la Universidad de Concepción. Sus crónicas, sus comentarios, sus ideas renovaras en los medios de comunicación le imprimieron un nuevo rumbo al periodismo de entonces. Enorme trabajo. Adiós Hernán, maestro.