Monday, October 31, 2022

TRES ESTILOS

 
             Cuando yo estudiaba periodismo hace muchos años, en una oportunidad le pregunté a nuestro recordado profesor de redacción Edgardo Henry Ríos, que por favor me aclarara el concepto de estilo periodístico.    Y el   maestro me lo dijo de inmediato     ‒hecho que recuerdo como si fuera hoy‒: «Son todas las características de un texto desde la perspectiva de la forma, el fondo y el plan». 

         El profesor Henry se refería con la forma a ese texto que se nos presenta a la vista; al fondo, ciertamente, al contenido de que trata; y al plan, o sea, cómo está armado el relato, qué va primero, qué va después, etc. Suficiente.

         Sin embargo, con el paso de los años encuentro otras definiciones de estilo igualmente válidas y que conviene tener en cuenta. El sacerdote, escritor y crítico literario, José Miguel Ibáñez Langlois (Ignacio Valente, su nombre de fantasía) dice: «El estilo es el modo de ver y el modo de ser en el lenguaje», concepto corto, pero directo al grano.

          En cambio, para el filósofo español José Ortega y Gasset «El estilo es deformar lo real, desrealizar. Estilización implica deshumanización. Y viceversa, no hay otra manera de deshumanizar que estilizar». Para él, el estilo va con los tiempos, envejece como la moda, es la forma de manifestación de las tendencias, especialmente las nuevas.

 

Saturday, October 22, 2022

EL TONTO MORALES

       LOS BORRACHOS, ZARAUZ, pintura de Joaquín Sorolla (1910), National Gallery, Londres.    




            En la entretenida novela del periodista José Miguel Varas «El Correo de Bagdad» (1994) me encontré con la expresión «el tonto Morales», que me trajo a la memoria los años de mi inicio en el periodismo a fines de los 60. Normalmente se lo usaba como sujeto en una oración, por ejemplo: «el tonto Morales no deja en paz a fulano». El comentario genérico insinuaba que fulano no se había portado bien y que después de consumados los hechos, su conciencia, es decir el mentado «tonto Morales», se lo representaba. Para precisar, el no portarse bien se refería a que fulano se había pasado en las copas, la jornada anterior.

          Si además de la dura conciencia, alguien (su jefe, por ejemplo) le recordaba a fulano el episodio anterior, la mayor de las veces, vergonzoso, el aludido sólo tenía una posibilidad de respuesta: «... no me diga nada, jefe». Eso quería decir, por favor no me martirices tú también.  «El tonto Morales» adquiría la dimensión de Pepe Grillo, la conciencia de Pinocho.

         Para terminar, en el prólogo de esta novela escrito por Volodia Teitelboim, un monstruo de las letras castellanas, éste comete un error de interpretación inaceptable, indigno de su alcurnia. Dice Volodia que «el tonto Morales» es primo del conocido «caldo de cabeza». Nada que ver, primo en tercer grado, y eso. «Caldo de cabeza» refiere a un problema que agobia a alguien y que va creciendo en su mente como una bomba de tiempo. Este último, el «caldo de cabeza» no se relaciona necesariamente con un asunto de conciencia acusadora.

Tuesday, October 18, 2022

RETÓRICA EMPLAZADA

 
          Uno siempre entiende más o menos la retórica como el buen hablar, eso en mi caso. Una vez escuché al ex presidente de Estados Unidos G.W. Bush decirle a un periodista: «Veo que a usted no le gusta mi retórica», refiriéndose a la forma y el fondo de sus discursos políticos en general. O sea, es un recurso del hablar, del propósito que se intenta conseguir a través de las palabras, un medio para transmitir credibilidad. Pero, investigando, el asunto no es tan simple, tiene una larga historia, es un arte y pertenece a la lógica.

          En la Grecia clásica los sofistas enseñaban «el buen decir» a sus alumnos interesados en incorporarse a la política. La necesidad de prepararse para dar buenos argumentos en la vida pública interesó también a Sócrates y después a Platón. Pero ambos parece que advirtieron que los sofistas usaban indistintamente la retórica y la filosofía como cuestiones equivalentes, como que les daba lo mismo. Sin embargo, si bien la retórica era necesaria como una de las tantas técnicas para regir políticamente la ciudad, no se la podía confundir con la filosofía, que era un saber riguroso que aspiraba a la verdad absoluta. Así Platón acusó a los sofistas de pretender convertir el bien decir en un mero arte para la persuasión, lejos del contenido de sus enunciados.

             Más tarde Aristóteles, la abordó también y acentuó su carácter técnico diciendo que la retórica era el arte de la persuasión que servía ya fuera para refutar o para confirmar, a diferencia de la dialéctica que sólo expone razonamientos. El concepto retórico siguió evolucionando en la historia hasta que llegamos a nuestros días.                          Leyendo a Jacques Rancière, un reconocido filósofo francés contemporáneo, sale a la palestra con una crítica ácida hacia esta técnica de la persuasión desvirtuándola totalmente. Dice el filósofo citando a Jeremie Bentham: «La retórica es una poética pervertida. La retórica tiene por principio la guerra. No busca la comprensión, sino la destrucción de la voluntad adversa. Habla para hacer callar. 'No hablarás ya, no pensarás más, harás esto'. Tal es el programa de la retórica».

              Y añade: «No existe retórica razonable, no existen discursos políticos razonables».







Jacques Rancière


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«La Retórica», Aritóteles

«Diccionario de Filosofía», José Ferrater Mora

«El Maestro Ignorante», Jacques Rancière

Thursday, October 13, 2022

PROFECÍA CUMPLIDA

 
            En Jeremías 33:22 se lee: «Así como no pueden contarse las estrellas del cielo, ni numerarse las arenas del mar...», el profeta nos remite a la promesa de Dios de multiplicar la descendencia de Israel. Jeremías escribió este texto cerca del año 500 antes de Cristo, cuando ni se soñaba que algún día existirían los telescopios para mirar el cielo. A Jeremías le fue revelada esta incapacidad humana para llevar la cuenta de todos los astros del universo, que ya era imposible enumerar mirando el firmamento solamente a ojo desnudo. Debieron transcurrir 2.100 años para que Galileo construyera el primer telescopio en 1609. Y de ahí hasta nuestros días el desarrollo técnico de la observación estelar ha aumentado exponencialmente. Entre más vemos más y más estrellas aparecen. Y no sólo estrellas a las que estamos acostumbrados en nuestras cercanías, sino galaxias.

             Las observaciones científicas del cielo nocturno resultan realmente asombrosas, porque eso que nos muestran los telescopios en puntos muy diminutos del firmamento, reducidos a la superficie de la cabeza de un alfiler, son centenares de miles de galaxias. Cada una de ellas contiene un promedio de 200 mil millones de estrellas. O sea, esa cifra hay que multiplicarla por todas las galaxias que aparecen en las fotos más todas aquellas que todavía no han fotografiado. Es una locura. 

          El profeta Jeremías lo afirmó con certeza y lo dijo en los albores de la civilización, alrededor de 2.600 años atrás. Pudo perfectamente haberlo dicho hoy mirando un pantalla de computador, así como usted o como yo. Nada más que verdad hay en el contenido de sus palabras. Profecía cumplida. 

JEREMÍAS (650-585 aC, profeta del Antiguo Testamento), fresco del Renacimiento Italiano en la capilla Sixtina, Vaticano, pintado por Miguel Angel Buonarotti en 1511.
 

Tuesday, October 04, 2022

CELOS POR EL MAÑANA


                Uno debería estar feliz de vivir en el tiempo que nos tocó. Aunque a medida que pasan años parece que nos vamos quedando fuera de las tendencias. El arte contemporáneo cambia, los gustos se modifican, hasta la comida ya no es la misma, algunas costumbres se olvidan, porque vienen otras nuevas. Así va evolucionando la vida. Pero, estamos contentos con nuestro tiempo. Sin embargo, quisiéramos estar igualmente en todos los tiempos posibles. Me explico. Me hubiera gustado haber sido testigo de grandes acontecimientos en la historia, de esos que cambiaron el rumbo de la humanidad. Por ejemplo, haber visto a Jesús y presenciado algunos de sus milagros. La resurrección de Lázaro debió ser una experiencia estremecedoramente feliz. Haber conocido los imperios que existían en las Américas antes de las llegada de los europeos, fascinante. Me detengo aquí para no desvirtuar el sentido de este pensamiento. Eso pudo ser enriquecedor para el conocimiento individual, pero, mejor estamos donde estamos, en nuestro tiempo, donde nuestra vida calza. Sin embargo, si nos proyectamos hacia el futuro, la cosa es parecida aunque de otra manera. ¿Habremos superado nuestros problemas de convivencia? Esa es una pregunta sin respuesta ahora, pero hay otras cosas que indudablemente ocurrirán: una medicina superior, el conocimiento de las causas de enfermedades, la prevención contra virus mortales, viajes más rápidos y menos contaminantes, nuevas formas de gobierno, colonización de planetas cercanos, quizá logremos captar señales inteligentes de civilizaciones de fuera del sistema solar... Y para qué seguir. Igualmente, en el fondo de nuestro corazón, preferimos nuestro tiempo. Sin embargo, he encontrado al menos una opinión distinta. Le leí a una persona un comentario al que le hallé mucho sentido. Dijo esa persona: «Estoy celoso de aquellos que vivirán en el futuro. ¡Porque quisiera ser testigo de lo nuevo que se avisora en los años que vienen  y yo no estaré!».

Sunday, October 02, 2022

DOBLECES DEL ALMA

         
           El alma es el espíritu que anima a la materia. Un ser vivo elemental tiene espíritu de vida, ése que pone en movimiento al conjunto de materia perfectamente organizada que es el cuerpo. Sólo por esta causa un ser vivo básico vive, busca comida, come, duerme, se reproduce...

          Pero el alma que me interesa es aquella que nos anima a los seres humanos, que pone en acción al conjunto de células que nos constituyen. Sin esa alma seríamos un cuerpo muerto. Todos los corpúsculos desde moléculas, átomos y partículas subatómicas que integran una célula y los millones de éstas que componen el cuerpo no serían capaces por sí solos para dar origen a un ser humano: conciencia de su propia existencia, su historia, sus sentimientos, etc. Estos ingredientes no materiales –que nos permiten diferenciar a un ser humano de entre los seres vivos– no los encontramos en la materia, no están enredados entre los átomos... son el fruto de un alma.

           Pues bien, ¿qué es el alma y de qué está hecha? Misterio. No lo sabemos, sólo entendemos que se trata de un soplo divino. Es que no hay otra explicación, no tenemos por dónde comenzar a investigar para obtener un resultado que nos permita definir el alma y demostrar sus componentes. Es un intangible, un valor vivo que no encontraremos jamás en las ciencias, ni en las matemáticas más abstractas. Simplemente es.

           Sin embargo, podemos hallar algunas características del alma, por ejemplo que una sea transparente y que otra sea opaca. Lo advertimos en la mirada de las personas. Sus ojos nos remiten al alma y podemos deducir cuán diáfano es su espíritu. También podemos emplear otro valor en vez de la transparencia, por ejemplo la tersura. Un alma bella es como una tela recién planchada, sin arrugas. Un alma ofuscada sería una tela con dobleces. Y el peligro de los dobles es que allí se pueden esconder cosas malas: rencores, odios, traiciones, etc. que están esperando el momento para salir del escondite y actuar con pésimos resultados para el semejante al que se dirigen como para dañar cruelmente a quien las ha emitido.

           Mi última línea para concluir: limpiemos esos dobleces de nuestras almas. Si no es lo tersa que quisiéramos, al menos no permitamos que cosas vergonzosas se nos escondan detrás de las arrugas.