Saturday, June 27, 2009

PROVINCIANISMO CHILENSIS EN LA CASA BLANCA

         Para el viaje de la Presidenta a la Casa Blanca, La Moneda extendió invitaciones especiales, con nombres y apellidos a los representantes de los medios. Nada más que las jefaturas y los rostros, no los reporteros del día a día. Esos se quedaban en Santiago. El viaje a Washington debía reunir características estelares para el encuentro histórico en el salón Oval con el Presidente Barak Obama. Y así fue.
         Pero, las estrellas y los jefes ─gente del más alto nivel de los mejores medios de Chile─, perdieron la compostura en el momento más crítico del encuentro presidencial. Se obnubilaron con Obama y cayeron en la tontería de pedirle tomarse una foto. El Presidente sonriente, pero desconcertado, aceptó y ahí está la foto, para la historia o para la vergüenza.
        Como reportero he estado dos veces en la Casa Blanca y he participado en conferencias de prensa del Jimmy Carter y Ronald Reagan. En esa circunstancia ningún periodista internacional se obnubila. Por el contrario, su respeto es tan claro, que cuando el Presidente ingresa en la sala de prensa, todos los reporteros están de pie y permanecen en esta posición hasta que el conferenciante los invita a que tomen asiento.
       ¿A quién de los periodistas de la comitiva de la Presidenta se le ocurrió pedir la fotografía y, en consecuencia, romper el protocolo, por no decir chacrear el encuentro? ¿Fue alguna de nuestras estrellas de la pantalla o fue la ocurrencia de un jefe de medio?
  Las críticas surgieron de inmediato, los periodistas norteamericanos acusaron a los chilenos de falta de compostura. En Chile surgieron voces porque nuestros periodistas no mantuvieron su independencia. El Colegio de Periodistas de Chile descartó acciones por problemas de ética y su presidente dijo que la foto no le gustaba.
     Hubo una salida de madre de todo el grupo. Una actitud provinciana en extremo (con respeto por los provincianos). Pobrecitos, no resistieron el impulso de rogarle una foto al hombre más poderoso de la tierra. Y ¿para qué? ¿Para contarles a sus familiares, amigos, hijos y nietos y decirles con el pecho henchido de orgullo que ellos estuvieron en la Casa Blanca junto al Presidente? Puro ego rasca, chanta, típico del tercer mundo (con mis respetos por el tercer mundo).
        En fin, tampoco hay que ser tan graves.

Wednesday, June 24, 2009

«DE TODAS MANERAS, ENVÍAME UN MAIL»



        Siempre supe que frente a una instrucción debía prestar la mayor atención posible, hacer las preguntas pertinentes para que quedara todo claro desde el inicio y anotarlo en un cuaderno o agenda o, si era necesario, en un papel común y corriente. Así entendí que se hacían las cosas. Pero, la modernidad me está diciendo todos los días que el método cambió.
        Me ocurre siempre y de seguro a usted también. En mi trabajo hablo con las personas con las que debo hablar para una tarea. En la conversación doy todos los datos, los detalles y respondo las eventuales preguntas. Al final nos ponemos de acuerdo y todo está en regla, el trabajo se hará según lo conversado. Y cuando terminamos el asunto y nos despedimos, nuestro interlocutor nos dice con voz arrastrada, como si nos estuviera rogando: Por favor mándame un mail con todos los datos.
     ¡¿Perdón?!, ¿Pero, no estábamos de acuerdo en todo?. Sí, claro, me dice esa persona, pero tú sabes, mándame el mail si no te cuesta nada, la memoria es frágil. Yo pienso: ¡el colmo!
    Así están las cosas, ahora el que debe pensar, crear, idear un trabajo también tiene que escribirlo y más encima, despacharlo por mail. Porque el interlocutor no escuchó, no se interesó o simplemente le dio lata de tomar nota. Pega doble para el que emite el encargo.
    Me parece que hoy en día todos abusamos de eso. Y el gran argumento detrás del consabido «mándame un mail» es «para que quede un registro». O sea, la palabra vale un bledo. Para qué tratamos las cosas entonces, con el más potente de los recursos de la comunicación: hablar dándonos la cara.
     Estoy impresionado, con este vicio del siglo XXI. ¡¿Qué onda?!. ¿Nadie presta atención? ¿Nadie se hace responsable? ¿El hablar claro es insuficiente?

UN GOLPE BAJO A LAS EMOCIONES



       Escucho mucha radio por hábito, por tradición, por interés profesional, por las noticias, por el fútbol. Curioso, pero no por la música.
 Porque la radio transmite discos antiguos. Es un asunto retro, que me choca. Y explico por qué.
     Esas canciones clásicas permanecen en la memoria asociadas a sensaciones o sentimientos. Evocan. Pero, si te las presentan a cada rato, en las circunstancias más diversas, la evocación se rompe y es difícil de recomponer. La música que ofrecen las radios es como un álbum de fotos en sepia abierto sobre la mesa. El recuerdo, la emoción se pierden, porque las estamos percibiendo sin control.
   Hay momentos específicos en que te gustaría oír tal o cual canción. Ése es el instante adecuado, en que la emoción perdura, resurge y se fortalece. Por eso, no comparto la idea de las radios de estar todo el día repitiendo hasta el cansancio los temas del ayer, ya superados por el tiempo y por los acontecimientos.
   ¿A qué no se atreven las radios?: a presentar canciones nuevas. El mundo está lleno de creaciones artísticas nuevas, con registros maravillosos increíbles. Se trata de otros clásicos, con nuevas emociones con situaciones especiales para evocar en el futuro. Por eso nos estamos perdiendo, farreando una enorme cantidad de las creaciones de generaciones de recambio. Me pregunto si esos temas no se difunden, ¿los autores tendrán interés en seguir creando? No tenemos algo de eso hoy en la radio.

Wednesday, June 10, 2009

EDISON GRANDÓN NARRÓ EL TERREMOTO DE VALDIVIA












       Los temblores no cesaban, venía uno, sobrevenía otro. Dormíamos a saltos, con los zapatos puestos para salir arrancando. La luz se cortaba, el pueblo quedaba a oscuras y el viento norte rugía en los techos y en las ventanas. El aguacero arreciaba. Me sentía aterrado. Nuestra radio portátil Grundig, que usaba seis pilas, era el único contacto con el mundo y nuestro consuelo. Sonaba bajito, sin fuerza. Captaba las ondas largas de las emisoras de Concepción. Era la medianoche, justo la hora en que las radios cesaban sus transmisiones. En esos días de mayo de 1960, antes del término de la jornada, radio Cóndor cedía espacio a un despacho periodístico de un enviado suyo al epicentro. En vivo, por teléfono, desde Valdivia, donde también llovía a cántaros y temblaba aún más, una voz de timbre grave se oía a la distancia. Era una voz segura que nos informaba con naturalidad, sin miedo, como un amigo. Era el reportero Edison Grandón Castillo con un relato objetivo de aquello que para nosotros, niños de entonces, era algo monstruoso. Yo sentía confianza de nuevo. Su despacho radial me devolvía el alma.

     Años más tarde lo conocí en persona y tuve el privilegio de trabajar con él. Incluso alguna veces lo reemplacé en el reporteo. Le conté de esas emociones que despertaban en mí sus despachos de las amenazas de desborde del Lago Riñihue. Él se reía y me contaba detalles de esa experiencia reporteril. Oírlo en vivo ahí frente a ti era como estar ante tu ídolo. Se lo dije con todas sus letras y nos reíamos ambos.
Edison Grandón en una reunión social de El Diario
Color de Concepción.

    Hoy me he informado de su muerte ocurrida en su casa de San Pedro, en Concepción. Pienso en su persona y en su familia. Pero, pienso también en esa comunicación épica del terremoto, su voz firme, valiente, llena de paz, seguridad y convicción. Así lo sentí entonces y lo recuerdo. No dudo que mucha gente que lo escuchó también percibió de él la misma fortaleza, ese temple interior para enfrentar a las fuerzas de la Naturaleza, aunque debajo de los pies bailara la tierra. Edison cultivó el bajo perfil en su vida profesional. Pero, en quienes lo admiramos por su valor de hablar tranquilamente en medio del terremoto y del sufrimiento reconocemos en él su formidable aporte y esa capacidad de decir sin decirlo: calma muchachos, pronto volverá la normalidad. ¡Eso era lo que yo quería oír de un periodista cuando me sentía abismado por el miedo! Gracias Edison por todo.

Monday, June 08, 2009

LA HISTORIA SE FARREÓ UN TESTIMONIO

La Historia se quedó sin un valioso complemento para el análisis o la opinión a raíz del rechazo del general Pinochet a concederle una entrevista a la periodista italiana Oriana Fallaci, considerada una de las entrevistadoras más renombradas del mundo. Pinochet y Fallaci están fallecidos. Eso fue a finales de los años setenta.

En círculos del edificio Diego Portales (sede del gobierno militar) mucho se habló cuando se conoció la solicitud. Que no, dijeron los más; que tal vez sí, que sería bueno balbucearon débilmente los menos.

Ganó la primera opción, que veía la entrevista con las anteojeras del corto plazo. La segunda opción la echaron al olvido, pero era la mejor. Porque habría sido un aporte en el tiempo, para haber comprendido mejor al personaje, con un patrón de medición internacional: Fallaci.

El argumento para el no fue pedir la batería de preguntas por adelantado, de ese modo el rechazo a una entrevista condicionada sería automática, como lo fue. Estaba muy fresco el impacto de la entrevista de Fallaci a Yasser Arafat, como para exponer a Pinochet. ¿Y si él hubiera querido personalmente enfrentarla? El círculo de hierro no se lo hubiera permitido.

Por la negativa de ese gobierno dictatorial los chilenos del futuro no conocerán aquella arista del gobernante que Fallaci pudiera develar o construir. Gracias a su talento, su temple y su pluma pudimos conocer vericuetos de las personalidades de grandes personajes del siglo XX, sin que su descripción –muchas veces ácida—haya restado brillo a la performance del entrevistado.

Fue un mal consejo detrás de la decisión de rechazar el encuentro, la humanidad se perdió para siempre esa descripción.