Saturday, October 22, 2022

EL TONTO MORALES

       LOS BORRACHOS, ZARAUZ, pintura de Joaquín Sorolla (1910), National Gallery, Londres.    




            En la entretenida novela del periodista José Miguel Varas «El Correo de Bagdad» (1994) me encontré con la expresión «el tonto Morales», que me trajo a la memoria los años de mi inicio en el periodismo a fines de los 60. Normalmente se lo usaba como sujeto en una oración, por ejemplo: «el tonto Morales no deja en paz a fulano». El comentario genérico insinuaba que fulano no se había portado bien y que después de consumados los hechos, su conciencia, es decir el mentado «tonto Morales», se lo representaba. Para precisar, el no portarse bien se refería a que fulano se había pasado en las copas, la jornada anterior.

          Si además de la dura conciencia, alguien (su jefe, por ejemplo) le recordaba a fulano el episodio anterior, la mayor de las veces, vergonzoso, el aludido sólo tenía una posibilidad de respuesta: «... no me diga nada, jefe». Eso quería decir, por favor no me martirices tú también.  «El tonto Morales» adquiría la dimensión de Pepe Grillo, la conciencia de Pinocho.

         Para terminar, en el prólogo de esta novela escrito por Volodia Teitelboim, un monstruo de las letras castellanas, éste comete un error de interpretación inaceptable, indigno de su alcurnia. Dice Volodia que «el tonto Morales» es primo del conocido «caldo de cabeza». Nada que ver, primo en tercer grado, y eso. «Caldo de cabeza» refiere a un problema que agobia a alguien y que va creciendo en su mente como una bomba de tiempo. Este último, el «caldo de cabeza» no se relaciona necesariamente con un asunto de conciencia acusadora.

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