Creo que hemos sido afortunados de compartir una frontera tan extensa con Argentina. Creo también que los gobiernos sucesivos de la Casa Rosada tienen siempre una tendencia al populismo, hecho que nos afecta. El país se une muy rápido en torno a llamados políticos con dosis de nacionalismo.
Una pena, porque estoy convencido que hay otra Argentina, de intelectuales, científicos, empresarios, trabajadores que les gustaría mantener la efervescencia propia de sus genes, pero atemperada para no incomodar a los vecinos.
Con este asunto del gas, veo que vuelven al presente fantasmas de la guerra de Las Malvinas. Y el argumento lo oí a alguna gente de la calle. «Acuérdense de Las Malvinas», han dicho por la televisión, como una advertencia, cuando algún reportero plantea en encuestas callejeras las informalidades de la administración para cumplir compromisos con el gas.
Son voces que nos recuerdan que en ese conflicto estuvimos a favor de los ingleses. Sin embargo, para evitar el surgimiento de complejos de culpabilidad, veamos los contextos:
Primero, la guerra fue declarada por un alicaído gobierno militar encabezado por el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien ordenó invadir las islas y fue incapaz de permanecer en ellas. Fue una apuesta política sin éxito ni fe, con el único fin de salvar una dictadura desacreditada.
Segundo, en Chile existía la preocupación por que esta conducta de invadir islas se volviera contra nosotros, de tener éxito la incursión contra los ingleses. No en vano estábamos enfrascados en el problema del Beagle.
Tercero, las democracias no deberían dar argumentos que sólo favorecen la imagen de regímenes militares, la antítesis de gobierno de elección popular.
Cuarto, la guerra es la última opción. ¿Fue ésa acaso la última herramienta para que los argentinos recuperaran las Malvinas?
Claro, que Argentina será más grande teniendo esas islas bajo su soberanía, pero que esas voces no nos culpen del fracaso de la estrategia de militar para recuperarlas; ni menos algunos saquen del baúl la frase «acuérdense de Las Malvinas». Pero, ¿deberíamos preocuparnos de estas cosas? Si no, digamos por si acaso.
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