Monday, July 17, 2006

EL TEMPLO EN LLAMAS

(Foto:www.univision.com)

         El Líbano, que progresaba en paz después de su cruenta guerra civil, vuelve a ser objeto de ataques. En defensa propia, Israel bombardea cuarteles de Hezbolláh. Pero, también destruye el aeropuerto, los estanques de combustibles y los muertos suman.

         Siempre quise conocer El Líbano. Una vez estuve muy cerca; no pude pasar desde Israel y la segunda; no logré el ok de mi empleo de entonces para llegar a Beirut por vía marítima, pese a la paciente producción de un amigo cristiano maronita del gobierno libanés que había conseguido los enlaces: volar desde París a Chipre y de ahí en lancha a la capital libanesa. Resumen, en dos ocasiones no pude llegar.
         Leí hace un tiempo el libro denuncia del afamado escritor rumano Constantin Virgil Gheorghiu, titulado «Cristo en El Líbano», donde critica los bombardeos de fines de los años 70. A propósito de este nuevo conflicto, desempolvo ese volumen oculto en mi biblioteca, lo abro y se me eriza la piel.
        Gheorghiu dice que Moisés fue un gran amigo de Dios, tal vez más amigo que ninguna otra criatura. Cuando en la soledad del monte Sinaí Moisés le pidió «haz que vea tu gloria» (Éxodo 33,18), Dios le respondió: «me verás de espaldas, pero no verás mi faz» (Éxodo 33,23). Así Moisés fue el único hombre que ha visto a Dios aunque fuera de espaldas.
        Dice el libro que Moisés le suplicó: «Señor, ¿podría llegar allá abajo y ver ese país feliz y esa feliz montaña que se llama El Líbano?». Esta solicitud irritó a Dios: «¡Basta, no me hables más de este asunto!» (Deuteronomio 3,27). Gheorghiu interpreta este pasaje bíblico como el rechazo divino a que un judío como Moisés cruzara el Jordán y entrara en El Líbano. Moisés murió sin haber visto aquel país. El escritor agrega, «esa gracia que Dios negó a su mejor amigo me fue concedida a mí». Y de ahí, para adelante, narra su experiencia en El Líbano desgarrado.
      La palabra Líbano significa blanco y en sentido figurado, templo. «Si vuestros pecados son como escarlata se tornarán Líban, es decir, blancos como la nieve» (Isaías 1,18).
      Gheorghiu afirma que Dios no permitió a Moisés llegar a El Líbano, porque para sus amigos destina otros lugares, como la tierra prometida, por ejemplo. Los montes de cedros, las blancas montañas libanesas y las hermosas playas del Mediterráneo oriental fueron para que Él mismo residiera allí. La elección divina no fue por la belleza del país, Él quiso tener allí su templo, afirma el escritor rumano fallecido en 1992.
      Mientras tengo este libro en mis manos, miro hacia la pantalla de televisión y veo el estallido de las bombas, la destrucción del templo evocado por Gheorghiu. Y yo, aún sueño con ir a El Líbano.

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