Todo parece indicar que hay espacios para inspirarse en otras ideas e incluso copiar, sin caer en la piratería. Y esto no es nuevo, lo descubrieron y lo pusieron en práctica los chinos, los coreanos, los japoneses y vea usted donde están. Porque simplemente copiaron.
Recientemente una compañía norteamericana se querelló contra una empresa china porque le copió un equipo y un software para comunicaciones. El caso, que se inició en 1995 terminó con el fallo de la Suprema Corte favorable a los chinos. La réplica que habían hecho perfectamente la podría realizar cualquiera. Nada tan oculto, exclusivo o irrealizable había en lo que hicieron los chinos.
Los japoneses echaron por tierra la fama de la precisión de los relojes suizos. Simplemente los copiaron. Los coreanos copiaron los autos. Fueron astutos y no se pusieron limitaciones a la inspiración ni a los negocios.
Si esos países que exhiben grandes progresos copiaron, ¿qué nos impide a nosotros emprender iniciativas inspiradas en otros modelos? O sea, si la rueda ya está inventada, copiemos la rueda. La gracia es cómo la copiamos a menor precio.
Los empresarios chilenos miran y analizan, es posible que estemos a punto de dar el paso de mirar y hacer como hacen otros y lograr productos tan buenos y a precios mucho más bajos.
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