Una brisa fresca que baja de las montañas del norte, ahí donde serpentea la gran muralla, hace más agradable la quieta noche estival. Ya pasó la hora del rash de las bicicletas, con cientos de miles de beijineses regresando a casa desde sus oficinas. Algunas parejas caminan tomadas de la mano cerca de la plaza Tianamen, mientras se oye el tañido de una campana distante proveniente del barrio del Templo del Cielo. El verano es tórrido en Beijing, con su clima seco, mediterráneo.
En el séptimo piso de un edificio de departamentos, a unas diez cuadras del China Academy of Launch Vehicle Technology ─la Nasa de los chinos─, Jingjing chatea con un amigo de ultramar. Su ventana que da a la calle del puente Marco Polo está abierta. Ella respira esa brisa fresca de las montañas justo a la medianoche.
La televisión de su pieza está encendida. Termina a esa hora un programa de deportes extremos y viene a continuación un especial del circo chino. Jingjing sigue chateando mientras oye los címbalos y otros instrumentos de percusión típicos del folklore local, que presenta la tele. Ella no mira a la pantalla de la tv, porque sigue concentrada en la pantalla de su computador.
De pronto la programación del circo en tv se interrumpe y aparece una locutora que anuncia que a partir de ese momento la televisión estatal conectará con Alemania. Jingjing gira la cabeza y escribe en el chat: «fue un gusto hablar contigo. Pero, ahora empieza el fútbol. Veré un match de la copa del mundo. Me gusta Brasil. Me gusta ese jugador de rulos y dientes de conejo que llaman Little Ronald. Mañana seguimos, adiós».
Es ya cerca de la una de la madrugada y el fútbol mundialista estremece a más de la mitad de la población de China, dispuesta a trasnochar. En ese país hay clubes en las universidades, en algunos barrios, en Shangai, en Honkong, en Zxen-Zxen, en numerosos pueblos del norte cerca de la gran muralla. En medio de la noche de verano, el locutor de la tv, en volumen bajo, grita ¡gol!, los fanáticos chinos saltan y se abrazan, porque ésa es la palabra más universal de todas.
Muy pronto tendremos el equipo rojo y amarillo en las eliminatorias, porque el fútbol es un nuevo argumento para que el gigante asiático se inserte en el mundo.
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