Wednesday, November 09, 2005

EFECTOS DE LA MEDIANOCHE


     Un grimillón de gente subiendo las escalas mecánicas. Otro tanto, bajando: niños, padres, hermanos, abuelos y hasta bisabuelos con bastones o en sillas de ruedas. Mujeres cuchicheando en los cafés, las de más allá saliendo de los probadores.

    En el recinto perfectamente cerrado, pletórico de luz día artificial, no cabía un alma más.
     “Señoras y señores, vengan, vengan que en media hora lanzamos la rifa”. Muchos, apresurados, registraban sus boletas para no perderse la oportunidad de ganar el auto.
       Codazos, apretujones, helados derramados en el suelo, cuellos estirados para ver las pantallas con los números del sorteo entre tanta gente agolpándose. Limpiadores prestos con sus escobas mojadas trapeando el piso pasando por sobre zapatos, chalas, sandalias y pies semidesnudos. Risas. Música.
       Todo era vida, alegría y fiesta.
     ¡Ni un solo bostezo! ¿Y eso qué tiene que ver? Claro que tiene que ver, si la escena que describo ocurrió después de la medianoche.*

(*Comentario el autor cayó en la tentación de ir a un mall que ofreció atender público hasta las 00:30, la semana anterior)

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