Cuando los teóricos de las comunicaciones leyeron la sentencia «el medio es el mensaje» pronunciada por Marshall Mc Luhan en su libro La Comprensión de los Medios, en 1964 quedaron plop.
Un quebradero de cabeza. ¿Qué quiso decir este profesor de literatura inglesa, metido en las comunicaciones? Pasaron años para entender su sentido: la irrupción de los medios electrónicos en la sociedad terminaría por poner la cultura patas’parriba, como ocurrió.
Si yo dijera hoy emulando a Marshall, «señores, la sonrisa es el mensaje» nadie sufriría un quebradero de cabeza, porque es evidente. La sonrisa más famosa del mundo, la más cara, la más custodiada día y noche en el Louvre es la Mona Lisa. Bien, ¿pero cuál es el mensaje?, me podría preguntar usted. Le respondo: lo enigmático del gesto.
A partir de ese ejemplo, podemos construir una teoría, que detrás de una sonrisa gratuita puede haber más incertidumbre que certeza, por esa cosa enigmática de la Mona Lisa. O que nos tratan de seducir con algún propósito. Ése es el contenido, no busquemos más fondo en el asunto, porque no lo hay, la sonrisa es el mensaje.
Mire usted esos carteles de la publicidad en las calles.
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