Fue un alegrón saber que Ñublense regresó a la primera división del fútbol, después de 26 años de frustraciones. Pero, mi alegrón tenía otra causa más emocional. Porque hubo un periodista que aportó con lo que pudo para hacer posible esta felicitad de los chillanejos. Me refiero a mi amigo, el fallecido colega Mario Landa, a quien conocí desde la universidad.
Mario se fue súbitamente de este mundo en el mes de marzo pasado. Dedicó años de su vida a impulsar a Ñublense, a darle energía y mística para volver a Primera. Participó en la directiva ñublensina, escribió para los diarios, respaldó al club con todo el corazón desde las radios locales. Mario Landa era un tipo apasionado. Tenía un buen discurso, le gustaban las historias, se relacionaba bien. Qué lástima que no hubiera estado físicamente este domingo para festejar en el estadio de Chillán.
Cuando vi los goles por la televisión y todas las galerías del recinto deportivo invadidas del color rojo, el tono de la camiseta del club, imaginé lo feliz que hubiera estado Mario allá arriba en la caseta de transmisiones radiales narrando con su voz quebrada por la emoción.
Chillán es una ciudad que sabe reconocer a su gente. Hizo suya la personalidad de Nelson Oyarzún, cuando ese técnico agonizó en el hospital Herminda Martín. Y en su honor bautizaron con su nombre el estadio local. Creo que Mario Landa se merece un reconocimiento del deporte local y en particular de Ñublense. Estoy seguro que Chillán no olvidará su trabajo a favor del club y que ayudó al logro del domingo, anhelado por tantos años por mis amigos de Chillán.
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