En la actividad de las comunicaciones las tareas hay que hacerlas ya, al toque. No hay mañana. Es hoy. En los canales de televisión, donde se trabaja bajo un fuerte stress, se debe tener salud compatible y la disposición de actuar rápido, primero que el resto. El pensamiento es poco reflexivo por la señalada rapidez. No creo que un editor tenga tiempo para meditar una iniciativa y la decisión. Es como actuar primero y pensar después. De allí que cuando uno ve las noticias, a veces cuesta entender el contexto de los hechos porque las notas difícilmente entregan una perspectiva. Están producidas al toque. En la tele, la premisa es pensar rápido. Hay que sumar, restar, sacar cuentas a la mayor velocidad posible y tener las respuestas al porqué se actuó o se hizo de tal manera. Un editor que se reporta ante su jefe sabe que tiene que estar preparado, manejar una batería de respuestas a una batería de preguntas potenciales. Si falla en un interrogatorio clave puede perder credibilidad o caer varios puestos en el ranking de sus pares. Un amigo editor que interactuaba todos los días con el jefe máximo, me decía que hacía ejercicios mentales para estar a punto, ir bien informado, demostrar criterio, exhibir buen juicio, dominar los asuntos contingentes, conocer alguna copucha, decir una broma, opinar sobre tal resturant, haber visto la última película de moda, estar leyendo a un autor conocido, tener en la punta de la lengua una cita de algún filósofo, conocer alguna fecha histórica, saber las más recientes variables económicas y demostrar una capacidad razonable para anticipar el rumbo de los acontecimientos sociales… Agotador.
Cuando con ese amigo nos servíamos un cafecito en el canal y se acercaba la hora de la reunión aquella, me miraba con los ojos fijos y me decía: “tengo que pensar rápido, tengo que pensar rápido…”
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