De prosperar todas las exigencias planteadas por los trabajadores del cobre de La Escondida, se podría generar la súbita aparición de una súper clase obrera, que crearía un abismo de diferencia con el resto de los trabajadores del país.
Porque piden el pago de 16 millones de pesos por cada sindicalizado. Si pensamos que la cifra que consiguieron los empleados externos, que son los que hacen la pega cochina en las faenas, fue sólo de quinientos mil pesos, mejor ni hablar. Si los mineros obtienen la plata que exigen, ¿con qué cara van a mirar a sus pares de empresas contratistas que laboran ahí mismo? Las lucas constituirán una cuña entre sindicalizados y externos. Los primeros serán una súper clase obrera y los segundos, los explotados.
Ese es un problema, igual que este otro: ¿el cobre es de la Escondida o es de Chile? Es de Chile, por tanto ¿por qué el beneficio de un recurso que es de todos, favorece sólo a unos pocos? Entonces se desencadena una serie de preguntas cuyas respuestas son súper complicadas.
Veamos el problema desde este otro ángulo: ¿Por qué los mineros de la Escondida fundamentan sus peticiones a partir de las ganancias por el alto precio del mineral? Al hacerlo de este modo, están amarrando la pedida a una cuestión puntual de bonanza. ¿Qué pasará cuando tengan que negociar en una situación opuesta, es decir que el precio del metal ande por los suelos, por ejemplo?
Complicada está la cosa para los analistas y expertos en cuestiones laborales, especialmente cuando estamos a las puertas de la negociación colectiva de los mineros de Codelco que debe realizarse en septiembre.
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