Monday, August 14, 2006

HOY UN PASADIZO, AYER UN GRAN CAFÉ

        Una fuerte corriente de aire se cuela entre la gente que avanza por el pasadizo que conecta a la peatonal Barros Arana con la galería Alessandri en Concepción. Hoy es un corredor remodelado, pero ayer fue la sede del Llanquihue, un legendario restaurán y fuente de soda, con un largo mesón que daba hacia Barros, donde se vendía café espresso. Y esta oferta única en el centro de la ciudad, preparada en una enorme máquina La Cimballi, de puro bronce, era la atracción de periodistas, futbolistas, políticos, comerciantes y vendedores viajeros. En torno a ese café se hacían transacciones de jugadores, se arreglaban entuertos municipales y se generaban noticias.
      En consecuencia no era extraño encontrar allí al Maestro García, la Totocha Inostroza, el chico Silvio Arriagada, Iván Cienfuegos, José Salerno, Luis Álamos, Pancho Bernasconi, “Cacharro” Thibaud, Ulises Cochimín Pozas, Bernardo Pelén, Osvaldo Patabendita Castro, Quintín Oyarzo, Patricia Bauer, Guido Bascur, Guillermo Silva, Hernán Osses, Mónica Silva, Antonio Álvarez, Alfonso Urrejola, Víctor Machuca, Max Wenger, Antonio Jaén y para qué seguir enumerando. Entre las once de la mañana y las dos de la tarde, los protagonistas del quehacer penquista pasaban en romería por el Llanquihue. Era un lugar para mostrarse, para decir presente a la sociedad local, para estar vigentes.
      Hasta que apareció el Haití, con la franquicia de Santiago, y esta pléyade de personalidades se trasladó al sector del hotel El Araucano. A partir de entonces se diversificó la oferta del café espresso y el Llanquihue fue quedando atrás. Al final de sus días, avanzado los años setenta, el pelo de la clientela había cambiado nivelando hacia abajo, por lo que perdió todo glamour y atractivo.
      Fin del cuento, el negoció cerró, retiraron el mesón, sacaron las sillas del restauran que estaba hacia el interior, desinstalaron La Cimballi de puro bronce y se la llevaron, llegaron los albañiles. Los arquitectos diseñaron un pasadizo muy ad hoc y el viento que sopló después se llevó la historia de treinta años, tal vez los más atractivos, del ya también lejano siglo veinte.

1 comment:

Totocha said...

Querido Nelson, no sé si a estas alturas del partido tu blog seguirá actual...Pero no podía dejar de escribirte algunas líneas..Bucando por totocha y guiada por el narcisismo que todos llevamos (aunque cueste reconocerlo) me encontré con tu página y tu comentario... En cada palabra, en cada línea fui recordando las calles, sus personajes y aquellos tantos momentos compartidos...Los rostros de los que nombras pasaron y se quedaron en mi retina... algunos de ellos ya los había olvidado como el Coshimin (nombre pueto por Hernán Osses... te recuerdas?... en fin, gracias por este instante que pusiste en mi memoria.
Totocha