No me había dado cuenta hasta que le oí el comentario a un taxista y, observando, comprobé que tenía toda la razón.
Me dijo: «Fíjese lo educados que son los perros vagos del centro de Santiago».
¿Perdón?, le pregunté.
«Claro, ─continuó─ vea que no atraviesan las calles en cualquier parte. Se van a las esquinas, cruzan por el paso de cebra, siempre y cuando el semáforo esté en verde. Se mezclan entre la gente y pasan seguros».
Le dije que me parecía sorprendente esta suerte de cultura perruna, producto de la observación de lo que les ha ocurrido a otros perros.
Y continuó el taxista, muy observador él también: «Estos perros son muy pillos, nada que ver con sus congéneres caseros. Esos sí que son tontos, vea usted lo que ocurre cuando los sueltan, lo primero que hacen es salir corriendo y cruzan la calle. Y ahí, cataplum, les pasa un auto por encima».
La foto de esta nota la tomé en Ahumada con Alameda. En ella se ve un orondo Rotweiler callejero atravesando la Alameda con otra gente, en la seguridad de estar haciendo lo correcto.
Observador el taxista.
2 comments:
¡¡¡Bien!!!!
Saludos...
Excelente. Ese taxista es un observador de primera y usted y escritor de maravillas!!!
Un abrazo.
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