La decisión de las autoridades del fútbol de marginar de la selección a los jugadores González y Navia debe ser considerado un buen modelo de disciplina de cara a los jóvenes que aspiran a ser profesionales del balompié. La firmeza de los dirigentes en este caso merece mis respetos.
No voy a hablar de los detalles, que ya el público los conoce. Me quiero centrar en la censura y la respaldo, porque las faltas cometidas fueron indignas de personas profesionales, puesto que las realizaron en el marco de un programa serio. Estaban representando al país. A lo mejor nadie les hubiera dicho nada si lo hacen en otro contexto, porque son gente grande.
Sin embargo, surge de inmediato un problema, como ambos son jugadores talentosos hacen falta en la selección. Dirán que nos les importa el castigo porque saben que tienen una enorme cuenta corriente en el favoritismo de los hinchas. Existe la tentación de que asuman una actitud rebelde. O sea, en un par de partidos más, borrón y cuenta nueva.
La televisión farandulera de las mañanas ha tomado el asunto con frivolidad. Ya saldrá un opinólogo que defienda a Navia y González y con sus juicios revierta lo censurable, en algo digno de loas. Me temo que en algún momento así va a ocurrir.
Pero, el problema de fondo es otro. Esos jugadores tienen admiradores entre jóvenes y niños que quisieran ser como ellos. Aristóteles dijo que la manera más eficiente de aprender es a través de la imitación. Vean ustedes el modelo para imitar. De allí que soy partidario de esta censura impuesta, como también me inclino porque esos jugadores asuman su responsabilidad y acaten. Sólo de esa manera volverán al sitial moral que no debieron perder.
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