NICHOLAS NEGROPONTE |
En menos de 24 horas oí lo mismo, pero de personas muy distintas, ambas profesionales, pero que se desempeñan en los dos extremos más extremos de la sociedad: la pobreza y la riqueza.
Uno es Eduardo Salazar, un psicólogo joven, que trabaja en el centro infantil de Paternitas en Puente Alto. Su labor es atender a niños de entre 5 y 12 años, socialmente vulnerados, pobrísimos, con problemas graves en sus familias, que sufren la violencia, con padres cumpliendo condenas en cárceles por delincuencia. (Un grupo de estos niños, en la foto de arriba).
La primera táctica de Salazar es ganarse la confianza de los menores a su cargo, conocerlos y que lo conozcan a él. Cuando lo logra, viene la otra etapa, que es atemperar la agresividad, bajar las revoluciones, modificar las conductas. A partir de entonces, sus pupilos lo llaman tío. Es el inicio de la recuperación de un niño vulnerado.
La segunda persona que cité al comienzo, fue el doctor Nicholas Negroponte, norteamericano, director del Massashussetts Institute of Technology, MIT. Llegó en visita a Chile a exponer su proyecto: un computador personal, laptop, de cien dólares para cada niño.
Negroponte, un intelectual de renombre, un visionario del futuro, respetado entre las elites mundiales, dijo ayer en su charla en la Universidad de Los Andes: «El mejor profesor no es el que más sabe de física o de música, es el que se fija en sus alumnos, los conoce y sintoniza con sus alegrías y sus problemas».
Ambos personajes, Salazar y Negroponte, coincidieron en este concepto: el cariño es la mejor herramienta para arreglar el mundo.
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