Entiendo por eficiencia, conseguir lo máximo por lo mínimo. Por ejemplo, un auto que da más kilómetros por un litro de gasolina es más eficiente que otro que cubre menos kilómetros por la misma unidad de combustible.
Extrapolemos el modelo al transantiago. Desde el punto de vista de los empresarios micreros el nuevo sistema de transportes es mucho más por menos. Los microbuses van siempre llenos. O sea, se transporta a más gente en un solo vehículo y se gasta menos bencina. Ingresa más dinero y por anticipado, qué mejor. Para el gobierno, también es más por menos: más aire limpio, más calles despejadas, más orden. Menos buses a la vista en las avenidas de la ciudad.
Veamos el asunto desde el otro lado, desde el punto de vista de usuario. Para éstos, eficiente es un servicio que los lleve más rápido, holgados, cómodos y que los deje más cerca de su lugar de destino, por menos dinero. Estos aspectos, no tienen cobertura con el transán –como lo conocemos hoy--, por lo que la eficiencia es categóricamente asimétrica: positiva para unos y negativa para otros.
Las asimetrías, como parte de las nuevas reglas del juego, son injustas. Por eso vemos manifestaciones y quema de neumáticos contra el transán. Y el gobierno ha dicho que los problemas con el nuevo sistema de transporte se mantendrán a lo menos por noventa días. Queridos usuarios, serán tres meses de injusticias, según mi parecer. O sea, el costo de una ciudad más limpia, con menos buses y con pago anticipado que tenemos ahora, corre por cuenta de los ciudadanos, porque las empresas siguen ganando más dinero que antes gracias a esta nueva eficiencia asimétrica descubierta en alguna oficina de ingenieros.
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