Finalizada la santa conferencia del Señor, fue el momento para las preguntas.
El científico preguntó: ¿Qué hora es?
Pero, el filósofo preguntó: ¿Señor, dime qué es la eternidad?
El científico preguntó: ¿Cuáles son las coordenadas exactas del lugar donde nos hallamos?
Pero, el filósofo preguntó: ¿Señor, por qué estamos en este mundo?
El científico preguntó: ¿De qué está constituida la materia?
Pero, el filósofo preguntó: ¿Señor, aclárame, qué hay más allá de la física?
El científico preguntó: ¿Cuáles son las expectativas de vida del ser humano?
Pero, el filósofo preguntó: ¿Dime, por favor qué es la muerte?
El científico preguntó: ¿Cuáles son los límites del yo?
Pero, el filósofo preguntó: ¿De qué está constituida el alma?
El científico preguntó: ¿Dónde comienza y dónde termina este camino?
Pero, el filósofo preguntó: ¿Dios, hacia adónde se dirige la raza humana?
Compadecido, el Señor dio sus sagradas respuestas y en el ambiente hubo satisfacción. Pero, no pudo cerrar su conferencia, porque el filósofo siguió preguntando.
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