
Lo anterior, sin embargo, no significa que la cosa fea sea hermosa en sí misma. La belleza se la otorga la representación artística, porque en la realidad la cosa fea es chocante e indeseable.
En cambio, los hechos hermosos de la naturaleza no tienen un fin, ellas causan placer per se, porque simplemente son. Pero, el arte es el fin de una causa. Esa es la diferencia entre lo hermoso natural y lo hermoso en el arte.
En la Edad Media, dice Eco, los ricos adornaban sus cuerpos con ropas exquisitas y extravagantes para sobresalir, en cambio los pobres se vestían con harapos descoloridos por el uso. La única opción que le quedaba a los desposeídos era la armonía de sus cuerpos, si la tenían. De lo contrario, no. A propósito de esto, un profesor me decía: 'no busque la belleza en el pueblo'.
Y la única hermosura gratis que los pobres podían ver era la que les
regalaba generosamente la naturaleza: un hermoso árbol, un río, un amanecer, una arrebolada, una luna llena, el campo florido. No tenían acceso al arte o a los adornos.

Hoy en día, el asunto es un poquito más distinto. La diferencia respecto de la Edad Media es que los pobres hoy pueden ver la belleza desde la pobreza de sus humildes hogares, gracias a los medios de comunicación como la tele. Algo hemos avanzado. Buena conclusión, mi amigo.
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