Monday, March 19, 2007

EL MISTERIO DE LOS DISCURSOS ANTIGUOS



Dicen que el papa Urbano II era un hombre corpulento de casi dos metros de altura, rubio, joven y francés. Una novela sobre las Cruzadas recuerda su discurso en Clermont, en el centro de Francia, el 27 de noviembre de 1095, ante una gigantesca multitud de enardecidos caballeros feudales. El papa los urgió para que fueran a recuperar el Santo Sepulcro.

Les dijo su santidad desde un podio en medio de la plaza estas conmovedoras palabras:

“Guerreros que me escucháis. Vosotros que buscáis sin cesar pretextos para la guerra, regocijáos porque ésta es una guerra legítima. Vosotros que fuiste tantas veces terror de vuestros conciudadanos y que vendéis por un vil salario vuestro brazo al furor ajeno, id a defender la casa de Israel, que es la viña del Señor de los Ejércitos”.

Dicen que los miles que lo escuchaban se pusieron a llorar de emoción y decidieron actuar, fruto de esta arenga guerrera del pontífice, quien durante su discurso esgrimía un crucifijo como si fuera una espada.

Con sus electrizantes palabras, Urbano enviaba a ejércitos de guerreros europeos a Palestina a recuperar para la cristiandad el Santo Sepulcro a cambio de obtener, los combatientes, la salvación de su vida eterna.

Ésa es la historia conocida. Lo que ningún escritor ni novelista ha dicho es cómo ese papa, por muy maceteado que haya sido, se hizo oír más allá de veinte metros de distancia. Sin parlantes, sin micrófonos, sin energía eléctrica, sin técnicos de audio resulta hoy imposible imaginar, cómo sus palabras llegaron a todos los presentes congregados en la plaza de Clermont.

Los libros de comunicaciones, los especialistas en estos temas, siempre dan por hecho algo que es inexplicable hoy en día: cómo se hacían oír los oradores antiguos en sus discursos ante las masas. Ojalá haya algún estudiante de periodismo que investigue este asunto y construya una tesis.

Me pregunto si los retóricos modernos, como Fidel Castro por ejemplo, serían capaces de enardecer a las masas sin un micrófono. ¿Qué recursos de audio empleó Urbano II para desatar la Cruzadas, una guerra que nos pena hasta el día de hoy con las réplicas del terrorismo islámico? Misterio.

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