Una norma de buenas prácticas defendida por la Organización Internacional del Trabajo, OIT, dependiente de Naciones Unidas, es que en ningún caso en que haya intereses en juego, se debe negociar bajo presión. La premisa se la escuché ayer a Guillermo Pérez, representante en Chile de esa agencia internacional, durante una presentación titulada: Diálogo Social, una Visión de la OIT.
Y me pareció que esta idea viene muy al caso, a la luz de las movilizaciones estudiantiles y el proceso de entendimiento que sus dirigentes mantienen con el gobierno. No se puede negociar bajo presión si se busca el beneficio para ambos protagonistas de esta crisis.
Sin embargo, la presión existe por ambas partes: los estudiantes salen a las calles a manifestarse pacíficamente unos; violentamente otros. El gobierno los intercepta con carabineros con luma y sin luma. Si nos apegamos a la cita de la OIT, el fruto de un diálogo bajo esas circunstancias no sería provechoso.
El ex Presidente Lagos dijo que «éste no es el Chile que queremos ver. Lanzar piedras corresponde a otra época». A diferencia de Bachelet que avaló las protestas pacíficas como un derecho democrático, Lagos las dejó de inmediato fuera de contexto. La historia es otra, los tiempos que corren son diferentes. Su intervención fue una parada de carro en seco a los revoltosos.
Los tiempos son los del diálogo con participación de todos los actores, aunque no todos piensen lo mismo, aunque no estén de acuerdo. Por eso es bueno recordar lo que una vez dijo el Premio Nacional de Ciencias, Humberto Maturana: es el momento de oír al otro desde la perspectiva del amor al otro.
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