Tuesday, June 13, 2006

LAS LECCIONES QUE NO QUEREMOS APRENDER

(Foto: Río Petrohué en junio de 2006)
      La Naturaleza tuvo la gracia de regalarnos un país cíclico, que nosotros no queremos aceptar. Se desprende de lo que comprobamos en cada temporada, a cada momento.
  Veamos, sabemos perfectamente bien que desde mediados de abril y hasta avanzado el invierno, en días de buen tiempo no hay vientos y que se produce un fenómeno de inversión térmica. O sea, el aire no circula con la velocidad que quisiéramos, por lo que baja su calidad. Y éste no es sólo un problema urbano. Los invito a que recorran la ruta cinco sur en este tiempo y verán smog casi ininterrumpido hasta Puerto Montt.
      Su consecuencia son las enfermedades respiratorias. Imágenes en televisión: cabros chicos llorando en los consultorios con vaporizadores como máscaras.
   Las lluvias de junio, por moderadas que sean, causan inundaciones. ¿Cómo cruzar las calles anegadas? Es un problema. Si precipita más fuerte, se llueven las casas modestas. Condición, que estén recién inauguradas.
      Pasa el invierno y llega la primavera. Sobreviene otro problema conocido: los plátanos orientales comienzan a arrojar su polen. Desde agosto ya hay una brisa constante, en septiembre aquélla permite encumbrar volantines y en octubre el viento desparrama la pelusa de los árboles por la ciudad, lo que trae consigo las alergias.
    A pesar de la ventaja que se nos ofrece de conocer el ciclo, hemos hecho poco como sociedad para morigerar los efectos. Nos falta previsión, no actuamos antes que el problema sabido se nos venga encima. ¿Qué ocurriría si no lo supiéramos? Es esta mentalidad la que podría mantenernos encadenados al subdesarrollo por más que luzcamos una macro economía boyante o que la mayoría de nuestras empresas e instituciones aprueben las normas ISO.

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