No me trago el show de Hugo Chávez en el podio de la Asamblea General de Naciones Unidas, porque podría ser una perfecta triquiñuela de apoyo al presidente norteamericano George W. Bush.
Lo concreto fue que al mandatario venezolano le importaron un bledo las sofisticadas normas del protocolo de estado y aprovechó la tribuna para hacer su número: descalificar, remedar y reírse del hombre más poderoso de la tierra.
Por otro lado, puede que no todos estemos de acuerdo con la forma de expresarse de Chávez, pero sin él esta asamblea hubiera sido más fome aún. Imagínese usted sentado ahí días enteros oyendo a compuestitos jefes de estado, una lata. Son los personajes como el venezolano los que salvan a Naciones Unidas del tedio. Recuerdo a Nikita Khruchev golpeando la mesa con su zapato, los pintorescos discursos de Fidel Castro y ahora la pieza teatral de Chávez.
Pero, volvamos al punto. Hasta donde sé, el comercio entre Estados Unidos y Venezuela marcha sin novedad en el frente. Bienes manufacturados y cibernéticos viajan de norte a sur, mientras que en sentido contrario el flujo de petróleo no se corta. O sea, tanto Bush como Chávez se necesitan. Y esto lo vi con plena claridad en la televisión. Senadores del Partido Demócrata, de dura oposición del presidente, salieron a la palestra a defenderlo, algo nunca visto en Estados Unidos, salvo en situaciones de guerra.
Analizando el caso con un mínimo de suspicacia, como lo estoy viendo, parece que el acuerdo tácito de apoyo mutuo en lo político le está dando a ambos muy buenos resultados.
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