Cuando fuimos niños nos enseñaron muchas reglas básicas para sobrevivir y para insertarnos correctamente en la sociedad. Recuerdo, por ejemplo, que antes de cruzar una calle había que detenerse por muy apurado que uno fuera y mirar a la derecha y a la izquierda. También, que las damas tenían la preferencia, en cualquiera situación como subir a un bus, al tren, Que había que cederles el asiento en la locomoción colectiva. Y muchos otros casos, que sería latero enumerar.
En mi casa me decían que yo no debía tratar de vos a otra persona, sino de tú. Pero, lo más importante, y que viene al caso, es que jamás debía apuntar con el dedo a otro, porque era algo muy feo.
A partir de esa enseñanza es que nunca indico con el dedo a alguien. Sin embargo, veo que esa actitud la tienen prácticamente todas las personas hoy en día. En la televisión, la gente se apunta con el índice en actitud acusadora. Algunos presentadores de noticias anuncian una nota y apuntan a la cámara, de modo que yo como tele espectador en mi casa me siento apuntado por ese señor.
Hay un episodio histórico en el medio de comunicación relacionado con el dedo índice. Fue cuando Ricardo Lagos apuntó a la pantalla para dirigirse a Pinochet. Lagos lo hizo sola una vez, que yo recuerde y entiendo que en ese gesto había un sentido político y no un desliz de mala educación.
Sin embargo, quienes hoy siguen empleando el dedo para dirigirse a los demás, seguro que ni siquiera recuerdan ese gesto puntual del ex presidente de la república. Yo creo que simplemente lo hacen por mal educados y, en consecuencia, porque nadie se preocupó en sus casas de decirles lo que era correcto y lo incorrecto.
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