Monday, June 18, 2007

UNA DEUDA CON EL AVIADOR LUIS ACEVEDO

El piloto Luis Acevedo junto a su Bleriot. Año 1913.
     Crucé a pie el puente Llacolén sobre el Bío Bío porque quería ver el potrero desde donde despegó el Bleriot de Luis Alberto Acevedo en el que fue su último vuelo. Suponía que desde ese punto podría imaginar la trayectoria que siguió el avión volando primero sobre el río, pasando cerca del cerro Chepe y girando hacia el sur, en un intento del piloto por volver al potrero en vista de los problemas surgidos por el exceso de carga. El Bleriot cayó “de espaldas” en el rio, cerca de La Mochita, donde la profundidad se medía apenas en centímetros. Pero fue suficiente para matar al tripulante de 1.90 m de estatura.
      Cuando llegué al cabezal del puente, que toca a la comuna de San Pedro de la Paz, me detuve y comencé a buscar con la mirada, pero sin suerte, el lugar escogido por Acevedo para iniciar su aventura. Una población se levanta hoy en la antigua pista que recorrió el Bleriot entre la laguna y el río.
      Acevedo quería ser el primer aviador en volar sin escalas entre Concepción y Santiago. Para conseguirlo, agregó a su avión dos estanques, uno de combustible y otro de aceite. Pero, las modificaciones excedieron el peso y alteraron la estiba del avión. En un primer intento el Bleriot no alcanzó la potencia necesaria y hubo que cambiar la hélice para poder levantar vuelo. Era pasado el mediodía de ese 13 de abril de 1913. Miles de penquistas observaron el despegue con alegría y con horror presenciaron el desenlace, momentos después. El frágil avión se sostuvo en el aire por 5 minutos. Acevedo quiso intentar un aterrizaje de emergencia, pero no alcanzó a salir de la zona del río y una ráfaga lo lanzó contra el cauce. Su esposa lo había despedido en el potrero.
     Concepción se volcó a las calles para el funeral y en Santiago, las exequias fueron apoteósicas. Luis Acevedo tenía 28 años. En la ciudad penquista, una plaza honra su nombre. Pero, en San Pedro de la Paz, parado ahí, yo al final del puente y aterido por el frío de esa tarde, eché de menos un monumento que recordara como se merece a este valiente.
(N. de la R.: este artículo lo escribí el 2004)

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