
La muestra donde distintas editoriales, universidades, embajadas y librerías exhiben sus productos es usada por algunos que se creen escritores para firmar sus publicaciones. De ese modo, muchos chantas plantan autógrafos por doquier y el público ingenuo se las cree.
Ha pasado el tiempo y no tenemos autores nacionales de categoría en esta feria anual. Recuerdo hace años haber visto a Oreste Plath, por ejemplo, firmando sus libros; a Poli Délano; a Luis Sánchez Latorre, Enrique Lafourcade.
En este sentido nuestras letras siguen cuesta abajo, con comunicadores mediáticos, que publican y se juran literatos. Para que un libro sea tal debe ocurrir algo con ellos, deben interpretar el pensamiento colectivo, introducir cambios en la cultura, rescatar hechos olvidados, plantea hipótesis. Puras subjetividades ─como dijera en una oportunidad Fernando Villegas, para referirse desdeñosamente al género de la novela─ no le sirven al lector que busca enfoques nuevos, datos curiosos o inspiración poética. A propósito, vi a ese sociólogo entre los firmadores.
Eché de menos a Nicanor Parra, pero pensé que estas ferias hace rato le quedaron chicas.
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