Desde distintos sectores han molestado al ministro René Cortázar por afirmar que él rezaba para que no lloviera en Santiago. Mi comentario al respecto no pretende ser una talla más, sino un razonamiento.
Cortázar cometió un primer error y fue su intento por involucrar a los dioses, como lo hacían los héroes atenienses antes de entrar en batalla. Les pidió una ayudita. Si en el Olimpo frenaban la lluvia, él se evitaría un grave problema: un millón de usuarios del Transantiago no se mojarían, resfriarían y eventualmente morirían esperando un bus en los paraderos inconclusos.
¿Pero, qué pasaría si estos ruegos fueran atendidos? Sería un gran favor para Cortázar. Pero, derechamente los dioses se meterían en política. No por los beneficiosos efectos de sus decisiones en los pasajeros de los buses, sino porque detener las lluvias causaría otros problemas mucho peores para el gobierno de Bachelet.
Veamos, el hecho de no tener lluvias a estas alturas del año ha generado la mayor contaminación del aire de la capital en casi una década. Flaco favor de los dioses, en tal caso, para la intendenta Del Piano. Sin agua ni vientos, el aire viciado queda dentro de la cuenca capitalina afectándonos a todos.
Consideremos otro impacto de la falta de precipitaciones. Los trabajos de la agricultura, de la preparación de las tierras para los próximos sembrados pueden sufrir un retraso. El afectado sería el ministro del ramo, Alvaro Rojas, quien a su vez seguramente comenzaría a invocar a los dioses para evitar las quejas de los agricultores y su eventual aumento en las tasas de desempleo en ese sector.
Por último, los ruegos de Cortázar podrían ser una fea bofetada para el flamante ministro de energía, Marcelo Tokman. Porque sin agua se secan los embalses y en consecuencia escasea la electricidad. Yo creo que los dioses deben estar reflexionando a esta hora entre meterse o no en la política local.
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