Friday, July 08, 2022

TAMPOCO HAY PAZ EN LOS OCÉANOS

TRES DIBUJOS de Nemo y su obra: arriba a la izquierda, su fabulosa biblioteca en el submarino; a la derecha el puesto de gobierno del sumergible y abajo la silueta del Nautilus imaginada por un dibujante.
         Tropecé con el capitán Nemo y me quedé pegado en la lectura, respecto de la vida de un hombre extraño que decidió cortar todos los lazos con la civilización; y para estar lo más lejos posible del bullicio se construyó un submarino, el Nautilus, y se fue a tomar unas largas vacaciones viajando por el fondo del mar. La literatura de ficción del siglo XIX nos contaba estos relatos fantásticos. Así definía Nemo el entorno en el que se hallaba su sumergible: «El hábitat del mar es puro y sano, es el inmenso desierto donde el hombre nunca está solo, porque la vida se agita a su alrededor. El mar no es más que el vehículo de una existencia sobrenatural y prodigiosa; no es más que movimiento y amor; es el infinito viviente, como lo dijo un poeta».

          «En el mar reside la suprema tranquilidad; el mar no pertenece a los déspotas; en su superficie pueden éstos ejercer derechos inicuos, batirse, devorarse y desencadenar todos los horrores terrestres, pero bajo el nivel desaparece su influencia y acaba su poderío. ¡Vivid en el seno de los mares! ¡Aquí está la independencia, en ellos no reconozco amos; en ellos soy libre!».

         En ambos segmentos encomillados está la definición de Nemo, hecha por él mismo, un hombre excéntrico pero no loco. El Nautilus navegaba bajo la superficie por todos los mares del planeta exhibiéndole a su capitán todas las bellezas subacuáticas, el sitio donde él encontraba la paz. El buque era absolutamente autosuficiente para desplazarse gracias a la energía eléctrica y el mar proveía todo lo necesario para alimentar y vestir a la tripulación. Nemo dotó a su buque de una gigantesca biblioteca de doce mil volúmenes en muchos idiomas y una vasta sala de exposición de piezas de arte, pinturas, esculturas y objetos conseguidos en el fondo del mar. Y como si fuera poco, disponía de una enorme ventana que le permitía disfrutar de los paisajes submarinos...

         No sigamos con el cuento. ¿Cómo estaría hoy en día de frustado el capitán Nemo, con los mares contaminados de petróleo y basura plástica por todas partes? Tampoco sería para él un sitio de tranquilidad, con el ruido multiplicado por la densidad del agua, de otros buques navegando en todas direcciones, con motores gigantescos, megacontenedores, submarinos nucleares, portaaviones, flotas pesqueras, buques factoría, plaformas petroleras. Sin duda el fondo del mar debe recibir todos ese ruido multiplicado varias veces.

            Ya no hay paz ni siquiera en lo más profundo de los océanos.

EL SALÓN DEL NAUTILUS, destinado a las obras de arte y la música. Al fondo, un piano-órgano, donde Nemo pasaba algunas horas tocando.

NEMO exhibe los planos de su submarino, ideado, proyectado y construido por él.

LA VENTANA del Nautilus a través de la cual los viajeros podían contemplar las maravillas del fondo del mar.

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«Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino», Julio Verne, 1870. 

Se dice que el capitán Nemo sería el mismo autor, Julio Verne.

Las ilustraciones muy bien logradas serían del dibujante Hilbrand y algún otro.

 

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