Esta historia es una aspirina para aquellos que sienten pánico escénico, cuando, por distintas razones, profesionales u otras, tienen que hablar en público. Es un cuento que escuché en los tiempos de radio, en un espacio radial nocturno, de misterio y muy entretenido. Despertaba la imaginación.
Juan Alberto era un tipo común y corriente, con todos los rollos de una persona insignificante. Pero, sin que nadie se explicara cómo, podía transformarse en un tipo exitoso hablando ante micrófonos. Hablaba ante miles de personas con dominio de sí mismo y gran aceptación de la audiencia. Un auténtico fenómeno comunicacional. Podía decir lo que quisiera y todo el mundo aplaudía.
Pero, el hombre tenía sus detractores, envidiosos que no soportaban su éxito. Querrían saber el secreto de tan inexplicable talento, porque era un tipo del montón. Pero, de pronto, se inspiraba y dominaba a las multitudes.
¿De dónde sacó tanta labia, si es una persona tan común como nosotros?, se preguntaban los envidiosos.
Su secreto –decía el cuento radial– radicaba en las píldoras que le suministraba un amigo, oscuro investigador químico, de apellido Pitapitow. Su magia del dominio escénico era una consecuencia de haber ingerido media hora antes del evento, una píldora del doctor Pitapitow. La medicina actuaba directamente sobre su personalidad, en tales circunstancias, olvidaba sus miedos y salía a relucir ese otro yo avasallador que todos quisiéramos tener.
Juan Alberto tenía un pacto con Pitapitow, quien le proporcionaba las píldoras en forma muy medida y sólo de a una por vez. Pero, la verdad, dependía demasiado de ese poco transparente doctor.
Un día el hombre del cuento radial tenía que presentarse en televisión ante un gran público y de millones a través de las pantallas. Ese día debía contactar a Pitapitow. Pero, el doctor en cuestión había muerto súbitamente en su laboratorio la noche anterior y Juan se quedó sin la píldora.
Su actuación en la TV fue un desastre –proseguía el relato. Nunca más pudo actuar como lo hacía. Lo despidieron y, por tanto, tuvo que volver a su vida ordinaria. Había basado su éxito demasiado en la píldora de Pitapitow.
Sus amigos le dijeron que aprovechara sus talentos, porque los tenía, sólo que debía estudiar y prepararse mejor para despertarlos de verdad sin la ayuda de fármacos inventados y conquistar de corazón a las multitudes.
No comments:
Post a Comment