Thursday, May 22, 2008

¿POR QUÉ PRAT FUE UN HOMBRE VALIENTE?



N. de la R. El presente artículo fue publicado el 21 de mayo de 2008 en la página de opinión del diario El Sur de Concepción.

Los valientes también temen. Por ejemplo a la infamia, a la ignominia, a la pobreza, a una enfermedad cruel. Los valientes --y quienes no lo son-- temen a estas cosas. Sin embargo, las cosas a las que el valiente no teme, hacen la diferencia con el audaz y el cobarde.

La valentía es una elección del ser humano. Los capaces de elegir el valor con fines nobles son los valientes. La osadía como exceso y la cobardía como defecto distan del valor que se ubica en el medio entre la temeridad y la falta absoluta de coraje.

Un valiente no teme a las cosas más temibles, como a la muerte en la guerra, por ejemplo. Pero, sí teme a la muerte por una enfermedad penosa o a la causada por las fuerzas de la naturaleza. Alguien que diga no temer a ser aplastado por la nube de cenizas de un volcán, no es un valiente, es un audaz ignorante. En cambio, la valentía como virtud es una decisión voluntaria y obra por la nobleza.

Desde este análisis aristotélico, Arturo Prat fue un arquetipo de valiente, siendo él mismo un hombre promedio, abogado, con una familia adorable y profesor de una escuela nocturna en Valparaíso. Escenas de la batalla del 21 de mayo de 1879 fueron descritas en una carta por el cirujano de La Esmeralda, Cornelio Guzmán: “El Capitán estaba de pie junto a sus cañones. Vestido de media parada, hablaba con voz firme sólo que su semblante se veía pálido”.

Cuando el Comandante comprobó que vencer resultaría muy difícil, pronunció su inmortal arenga. “Al escuchar a este hombre --agrega Guzmán--, todo mi cuerpo se conmovió y me pareció oír una sentencia de gloria y de muerte”. El cañoneo lo inició La Esmeralda de inmediato.

Al primer golpe de espolón, Prat saltó a la cubierta del Huáscar. Recuerda el cirujano: “Prat, llevado por una fuerza irresistible, que enciende el alma de los héroes, grita ¡Al abordaje! Y salta primero llevando en alto su espada de combate”.

“Un rumor corre por el entrepuente –dice más adelante el cirujano Guzmán--, rumor que se confirma: el Comandante Prat ha muerto. El Teniente Uribe ocupa su puesto”.

Por eso Prat fue un hombre valiente porque no temió a una muerte gloriosa, ni a las horrorosas circunstancias del combate. La cubierta de la Esmeralda era una carnicería: cuerpos despedazados y quejidos de los moribundos. No era un espectáculo para cobardes. Prat, en cambio, se mantuvo firme y concluyó que sólo sería posible revertir la situación, abordando el buque y arrebatarlo de las manos del enemigo.
Es cuestión de imaginar ese escenario terrible, para reconocer la valentía en un hombre moderado, como el Capitán Prat. En esas condiciones, fue capaz de apelar a su arrojo para intentar alcanzar su propósito a riesgo de su vida. Por eso cuando el Comandante avanzaba entre las balas, las llamas, los gritos y los ruidos horribles, ya iba caminando rodeado del aura de la gloria. ¡Esa es la conducta de un valiente!

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