
La explosión del Chaitén me hizo recordar a Zeus sujetando el rayo, una fuerza incontrolable para un simple mortal. La nube de tierra, piedras y ceniza incandescentes que levantó el volcán se parecía el dios mítico que inspiró a los griegos.
El material sólido expulsado a miles de metros de altura desató una tormenta eléctrica raras veces vista. Rayos, relámpagos y truenos emitían su ronco sonido, el que era eclipsado por el rugido desgarrador de la tierra. Un ruido tan gigantesco, parecido al del fin del mundo.

Tres fuentes de luz --en una combinación de terror--, se podían ver y fotografiar contra el fondo oscuro creado por la gran nube de cenizas. Una, provenía de la tormenta eléctrica; una segunda fuente de luz se generaba en la erupción misma, el rojo-blanco de la lava abriéndose paso por el cráter del Chaitén. Y la tercera luz, visible sólo por momentos, se filtraba por las rendijas de la nube de tierra y era la luz del sol.
La escena, como sacada del día del juicio final, la han transmitido los medios y es sólo un pálido reflejo de la realidad. El Zeus mítico de los griegos sacó a relucir todos sus iracundos rayos en Chaitén.
La escena, como sacada del día del juicio final, la han transmitido los medios y es sólo un pálido reflejo de la realidad. El Zeus mítico de los griegos sacó a relucir todos sus iracundos rayos en Chaitén.
No comments:
Post a Comment