Escena de la película «Faherenheit 451». |
Leo que en la feria de pantallas de televisión que se realiza en Tokio, las marcas japonesas Sony, Panasonic y Sharp muestran sus últimas creaciones de plasma. Y la novedad es que las nuevas son tan planas y tan grandes que ocuparán un muro completo de una habitación. Una casa podría llegar a tener tantas pantallas como muros.
La idea, sin bien novedosa para muchos, fue planteada en 1953 por el escritor y poeta norteamericano Ray Bradbury en su famosa novela Fahrenheit 451. El lector imaginó las murallas-pantallas en las habitaciones y después las vio en la película del mismo nombre.
Bradbury creía que en una sociedad de murallas-pantallas, la gente estaría totalmente dominada por los medios de comunicación electrónicos, donde los textos en papel, en particular los libros estarían vedados y destinados al fuego. Muy pocos, en una sociedad como ésa se atreverían a leer independientemente, liberándose de las pantallas.
Nicholas Negroponte, quien lleva adelante una cruzada mundial para entregar a cada niño un laptop de cien dólares, anuncia que los libros dejarán de existir, como volúmenes de papel y cartón. Predice que los libros, como los conocemos, serán reliquias, recuerdos de lo antiguo.
Bradbury y Negroponte coinciden en el final de los libros. El primero sostenía que los medios electrónicos serían una tiranía, manejados por algún espíritu siniestro. Sin embargo, olvidó las alternativas. Las murallas-pantallas no tienen por qué estar conectadas a la comunicación masiva, pueden mostrarnos también nuestras propias creaciones construidas con una cámara. Sin embargo, apuesta al triunfo del libro de papel con su textura, su olor y la posibilidad que ofrece de rayarlos.
Negroponte en cambio, altanero y arrogante, dice que nada salvará a los libros. Si la tecnología sigue su rumbo, la predicción de este «gurú» podría convertirse en realidad y en tal caso, el laptop reemplazará al fuego de Fahrenheit 451.
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