Thursday, September 03, 2020

¿CÓMO ENTENDER A LAS MUJERES?


            E
stoy seguro que usted habrá escuchado esta pregunta: ¿quién entiende a las mujeres? La primera respuesta es pensar que se refiere a lo voluble de sus preferencias, que un día sí, que otro no.

            No es éste, sin embargo, el propósito de esta nota, sino aquello que está más allá de la simple pregunta y su primera respuesta. Mi tema apunta a la imposibilidad de desarrollar una capacidad de entender todo el contenido de sus conversaciones. Pero, si ellas hablan bien no hay ningún problema, me podría replicar usted amigo lector. Yo le digo no. Porque tenemos que aceptar que ellas emplean paralelamente unos códigos indescifrables para nosotros. Esos códigos, que sólo ellas entienden a la perfección, a veces tienen más carga de significados que la lengua compartida y captada por todos. Por consiguiente, me atrevo a afirmar, que las mujeres se comunican en dos lenguajes simultáneos, el que conocemos, y ese otro misterioso e idescifrable con sello femenino. Y consiste en risas, sonrisas, movimientos de manos, cambios de posición, silencios, sonidos como mmmm, fruncimiento de labios, pucheros, pestañeos rápidos, levantar la vista al cielo, cerrar los ojos, tomarse el pelo, mirar las puntas de sus cabellos, mirar para otro lado, pequeños gritos de alegría, saltitos, pisar en la punta de los pies como pas de deux. Ojo, no lo pase usted por alto, en cada uno de esos detalles hay sentido. Pues bien, esta enumeración de actitudes y acciones es sólo una parte de un alfabeto informal, hermético, críptico, soterrado que les permite llevar una conversación y al mismo tiempo ir diciendo otras cosas tal vez distintas, pero sin mencionar palabra y que la interlocutora entiende muy bien. Aunque estudiemos cien años ese segundo idioma no lograremos jamás entender con todas las de la ley lo que entre ellas se dicen las mujeres.

Monday, August 24, 2020

LA MALA ESCRITURA EN LA HISTORIA


          En distintas circunstancias de la vida y cuando se presenta la ocasión de tener al frente alguna persona interesada en el asunto gramatical, saco a relucir la monserga de siempre: «Los jóvenes no saben escribir, cometen errores inaceptables en ortografía. Lo hacen pésimo. No sé qué les enseñan en los colegios y para qué decir de las universidades. Adónde llegaremos así como vamos». Y agrego algo que usted, estimado lector, tal vez habrá dicho igual que yo, que en nuestros tiempos la educación era mucho mejor, que nosotros no cometíamos esos errores imperdonables que vemos hoy.
          Y un poco para justificar la rudeza de lo dicho, culpamos a los medios digitales que están arruinando la lengua. La internet hace estúpidas a las nuevas generaciones y pone en riesgo nuestro futuro. Incluso, una red social nos obliga a pensar en 140 caracteres.
            Pero, atención. Mucho cuidado.
      Las quejas respecto a la involución del lenguaje pueden encontrarse en cualquier momento de la historia. Un comentario publicado en un periódico norteamericano en 1961 decía: «Los recién graduados no demuestran ningún dominio sobre el idioma».
            En 1917, antes de la irrupción de la radio y la televisión, otro comentario académico: «De cada universidad es para llorar. Nuestros mechones no pueden deletrear, no saben nada de puntuación. Los colegios secundarios son un desastre porque sus alumnos son tan ignorantes hasta de los rudimentos más básicos».
          Pero, aún más atrás en el tiempo. En pleno Siglo de las Luces. Europa 1785, un comentario casi extremo: «Nuestra lengua está degenerando en forma muy rápida. Tememos que esto será imposible de corregir».
          Mmmm, si confío en los comentarios citados, concluyo que el problema ha sido de siempre y lo será por los siglos de los siglos.
     Y para rematar oigo a un profesor de Psicología de la Universidad de Harvard decir: «Hay buenos escritores que también escriben muy mal».
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Este texto se basó en la exposición sobre lingüística del profesor Steven Pinker (foto) de la Universidad de Harvard y que está en internet en:  


Thursday, August 20, 2020

LA REVOLUCIÓN DE LOS VIEJOS


         Hará unos 30 años leí un artículo en una revista internacional, que se titulaba «La Revolución Gris». No recuerdo exactamente las palabras, ni menos el texto, pero sí el significado de ese título, que por lo demás me gustó. Lo hallé imaginativo, creativo.
       Los neurolingüistas dicen que nuestra memoria no retiene frases ni oraciones sino que guarda contenidos, o sea significados. Así, entonces, traeré al presente eso que recuerdo y a lo que le hallé harto sentido entonces, pero ahora más por el paso de los años. La idea de la nota era que en cualquier momento iba a estallar una revolución social que iniciarían los viejos. De allí, eso de gris, por las canas.
       El autor de ese texto observaba que los jóvenes se habían quedado dándose vueltas en lo mismo y que fueron los abuelos los que tomaron la vanguardia. El artículo agarró vuelo por la contradicción. Porque de los jóvenes esperamos ideas nuevas que hagan avanzar la historia. Pero, la nota planteaba la cuestión al revés, que los viejos empujarían el carro. Esto es raro, de allí mi interés por cómo se iba a resolver la trama. El artículo de hace 30 años mencionaba una serie de aspectos en que los líderes eran viejos y cuyos argumentos hoy carecen de interés. Para el propósito de esta nota el título fue más valioso que todo lo que venía más abajo por las coincidencias.
        Porque de nuevo estamos frente al mismo tema. Baste con ver la campaña presidencial en Estados Unidos: el actual presidente Donald Trump, tiene 74 años (nació en 1946) y su oponente demócrata es Joe Biden, con 77 (nació en 1942). Los dos son lo suficientemente viejos para preguntarnos ¿Y los jóvenes? No están ni aparecen en el horizonte. En cambio en 1960, por ejemplo, la cosa fue distinta, ganó la presidencia de ese país John Kennedy, a los 43 años, uno de los presidentes más jóvenes que haya tenido esa nación. ¿Qué nos pasa, ahora? Nada, ni podemos hacer nada aunque estemos hasta más arriba de la coronilla con la avinagrada revolución gris... querámoslo o no.


Thursday, June 25, 2020

ECHO DE MENOS EL GENTÍO


            Aquello que el tribunal llamaba castigo terminó siendo la rutina de los inocentes. Hoy el arresto domiciliario en realidad es la cuarentena para todos. Se sancionaba a un club por el mal comportamiento de su hinchada, obligándolo a jugar sin público, en partidos de local. Ahora las primeras ligas del mundo disputan sus partidos con los estadios vacíos. A un alumno por mal comportamiento lo mandaban para la casa, hoy todos los estudiantes del colegio están confinados en sus hogares siguiendo clases a distancia.

       Ato estas 3 coincidencias para considerar la amenaza del virus, con razón o sin ella, como el castigo que vino de alguna parte. Unos lo piensan así. para otros eso es inaceptable. Pero, lo cierto es que estamos metidos medio a medio en la pandemia, sin escapatoria, con apenas un poquito de confianza que aparecerá por fin una lucecita al final del túnel.
        Pero, el foco de mi comentario va en otra dirección. Apunto a la importancia del grupo humano, de los conglomerados, del gentío, ése que precisamente hoy debemos evitar.
   Los grandes partidos de ligas europeas sin público son espectáculos pobres. Si bien, las habilidades individuales y el profesionalismo colectivo de los jugadores y los equipos se aprecian igual, sin público en las graderías... ni un brillo.
    Con las clases a distancia pasa algo parecido. Los profesores hablándoles a un dispositivo electrónico (PC o móvil) no a alumnos vivos y presentes convierten la clase en una lectura monótona. Porque el maestro para no perder el hilo lee. Se presenta con apuntes, mira la hoja y lee. Las clases presenciales llevan la exposición de las materias a la espontaneidad. Eso no lo consiguen los dispositivos.
      Si esto prosigue por más tiempo, con estas nuevas formas de vivir con llave y bajo amenaza la humanidad estará retrocediendo en sus logros alcanzados con tanto sacrificio. ¿Podremos de nuevo caminar a nuestras anchas por las calles, los caminos, los medios de transporte como lo hacíamos hasta antes de marzo de 2020? Como el trauma es inmenso, tengo algunas dudas.

Wednesday, June 24, 2020

NO LE PONGAN PRECIO A LA HISTORIA


         Aquel hombre de unos 49 años, vestido como cualquiera persona, no tenía nada de extraordinario, un sujeto del montón. Ingresó a las oficinas del diario, ubicadas en Maipú al llegar a Colo Colo en Concepción, como a las 3 y media de la tarde, en el momento en que el edificio estaba casi vacío porque los trabajadores salían tarde a almorzar y el grueso de la gente no había regresado. La secretaria, sin consultármelo, lo condujo a mi despacho, porque el desconocido quizá qué cuento le habría dicho. Luego de recibirlo, actué como se conduce uno con un extraño y le ofrecí asiento.

         «Nunca pensé que esto iba a ser tan fácil, que me dejarían entrar así no más», pensó el sujeto sin despergarme la mirada. No sonreía, porque no tenía la pulcritud de una persona educada cuando la reciben en casa ajena. O quizá esa cara adusta pudo ser por puro nerviosismo. A mí no se me cruzó ningún pensamiento a priori sobre ese hombre común y corriente sentado al frente. Y me dispuse a escuchar sus razones. «Debe ser lo de siempre, una aflicción, una injusticia», imaginé a la primera. Y seguí pensando: «una queja contra alguna autoridad, una denuncia por mal trato en el trabajo, un llamado público para ubicar a algún familiar extraviado, o algo por estilo». Jamás pasó por mi cabeza lo que el sujeto me diría a continuación.
             Se produjo ese silencio típico antes de entrar en materia. «Por fin podré hacer un negeocio aquí y así reunir la plata que me hace falta.¡Qué buena idea se me ocurrió!», fanfarroneó el hombre en sus adentros antes de romper el fuego. Los ojos le brillaban como si tuviera algo valioso entre manos. Por esa actitud de expectativa se me ocurrió que podía tratarse de algo interesante, fuera de lo clásico en este tipo de cuestiones, y le dediqué toda mi atención.
         –Señor le solicité esta audiencia–, comenzó diciendo con harta convicción, actitud que no se condecía con su aspecto de una persona humilde– para ofrecerle a su diario, digamos, un negocio.
Debí abrir mucho los ojos porque el hombre al notar ese cambio en mí, lanzó su primera sonrisa. Y luego se puso serio de nuevo. Le pedí que continuara.
        ‒El negocio que le ofrezco es simple y puede ser muy ventajoso tanto para ustedes como para mi‒ prosiguió hablando con fluidez y aplomo, hecho que agrandaba la brecha entre su forma de hablar y su apariencia tan venida a menos. Esa falta de coherencia me puso a la defensiva. «Aquí la cosa no se ve transparente, qué será lo que quiere este tipo», pensé metido de lleno en la conversación. Él entendió, de seguro por la forma como lo miraba, que debía ir rápido al grano.
         –Usted podría aumentar las ventas de su diario, en especial los domingo y yo ganar algún dinero extra. Bueno ésa es la idea del negocio (sonreía por segunda vez demostrando que entendía de esos asuntos). Advirtió de inmediato que no me inmuté por su oferta, que en realidad aún en me la había planteado. ‒A ver, dígame el asunto–, lo apuré sin rodeos.
        ‒Señor, a su diario quiero venderle la historia de mi vida, con todos sus derechos.
      Me sorprendió sobre manera. Y sin responder lo escruté en silencio tratando de descubrir algo en él que justificara la oferta que él creía era un asunto comercial, editorialmente hablando. En su cara yo no distinguía ni una facción de un Napoleón, un Caupolicán, un Cervantes, un Manuel Rodríguez, como para despertar un mínimo interés de parte de los lectores del diario. Y él tampoco me dijo algo de su vida que hubiera cambiado mi opinión. Además no tenía nada escrito por él, había que hacerle el trabajo, o sea...
RICK HARRISON, actor
        Muchos años después al ver capítulos de la serie de televisión norteamericana «El Precio de la Historia» me devolvió a la memoria ese encuentro en el diario, que he narrado y que terminó en nada. Y puede que ese negocio no se haya materializado quizá por la convicción que la Historia no tiene precio. Nadie puede arrogarse derecho a fijarle un valor en dinero a una pieza histórica, porque debemos respetar el sufrimiento, la sangre o la vida de las personas que participaron de su construcción, su custodia o su conquista. Y si se llegara a un acuerdo entre las partes éste debe ser en privado y no en televisión. Es indigno ver como una reliquia se convierte en objeto de lucro. En ese momento el dinero le pone el pie encima a la Historia. Eso también aplica a «la historia de mi vida».

Monday, June 15, 2020

CIERTA POLÍTICA SE PARECE A LA PORNOGRAFÍA


          Es fácil imaginar que los protagonistas de producciones de pornografía deban dejar guardado su pudor en el camarín antes de actuar. Voluntariamente desprovistos de vergüenza, tienen  la cancha abierta para participar en cualquier exceso con sus cuerpos, ya sea en un estudio, ya sea en la calle. Si alguien se atreviera a representarles su falta de decoro, de seguro responderían “es una actividad profesional, como otra cualquiera”.
           Es triste admitir que en el campo de la política la cosa no parece tan distinta. Para actuar como un político profesional, un protagonista tiene que estar dispuesto a desprenderse del pudor. De ese modo me puedo explicar que algunos de ellos ni se pongan colorados al ser sorprendidos in fraganti; por ejemplo, que les demuestren contradicciones inadmisibles, acciones de cohecho, “raspado de la olla” u otros. Al contrario, responden en forma sonriente, subrayando la ironía; o mostrando acritud y alguna frase rebuscada.
         Para trabajar en política hay que despojarse de la vergüenza y demostrarlo. Porque, me da la impresión que sólo así se puede subsistir en ese medio tóxico. El sentir pudor, achuncharse, ponerse colorado es propio de los que no estamos en la élite.
        Por eso creo que el pudor o la vergüenza es un don que recibió el ser humano para no pasarse de la raya, para mirarse al espejo, corregirse y mantener la compostura moral. En política o en pronografía da lo mismo.

Sunday, June 07, 2020

MI LECTURA DE LAS PINTURAS RUPESTRES

PINTURA RUPESTRE antiquísima descubierta en una caverna de Indonesia,
muestra una escena de caza.
(The Economist).

           Leo que descubren en una remota cueva de Indonesia pinturas rupestres que datan de unos 43 mil años. Serían las más antiguas de las que se tiene conocimiento. Las imágenes muestran animales y seres humanos, estos últimos provistos, al parecer, de unas cuerdas o lazos. Eso parecen decir las pinturas que desatan la curiosidad de los científicos y el interés de la gente por saber más de los antiguos. Pero, como este hallazgo aún está en fase de evaluación, correspondería mirar este arte prehistórico teniendo en consideración que el ser humano cuenta historias desde sus albores como especie viviente.
               Muchos de mis lectores, al igual que yo, escuchamos alguna vez que el sentido de esas pinturas era mágico, es decir que el hombre primitivo pintaba animales en la esperanza de poder cazarlos a campo abierto después de realizado el trabajo de pintar. Era un asunto previo. Si una vez lo oímos en la sala de clases hoy también lo podemos leer en algunos papers de internet, en los que se inclinan por este propósito premonitorio de buena suerte a través de la magia.
             Si ponemos en duda esa hipótesis, podríamos sostener lo contrario, que las pinturas fueron hechas después de haber cazado esos animales. Y nuestro argumento responde a una lógica básica que de seguro nos acompaña desde nuestros primeros días sobre la faz de la tierra. Veamos un ejemplo, si usted va a pescar se prepara antes y su esperanza es capturar peces, pero no se propone “voy a pescar un pez de estas características, tamaño, peso y aspecto”. No, simplemente va a pescar a lo que resulte. Entonces, volviendo a las pinturas rupestres, pienso que ellas son un relato de lo que ocurrió en la cacería, son una narración de lo bien que nos fue, de las piezas de capturamos y de las que se nos escaparon. Que las pinturas sean historias de caza o de pesca contadas a su manera por esos hombres prehistóricos, para mí tiene más sentido.


Saturday, June 06, 2020

LA LIGEREZA DE LA PIRÁMIDE INVERTIDA


           En todas las escuelas de periodismo del mundo se enseña la técnica del relato en un formato de pirámide invertida, planteamiento que implica jerarquizar una noticia según la importancia de los elementos: lo más relevante arriba y lo menos, abajo. Según sus cultores esta fórmula le permite al lector ganar tiempo porque conoce lo que interesa en el instante mismo en que empieza a leer y también le da la libertad de abandonar la lectura en cualquiera parte del texto a sabiendas que lo que viene es de relevancia menor.
               La pirámide invertida es, entonces, el sello del periodismo, del llamado periodismo informativo. Así es aceptado.
         Pero, si miramos estas cosas de una manera más fina llegaríamos a la conclusión que la parte aguda de la pirámide invertida no es menos interesante que lo que está arriba. Porque es el punto de apoyo de toda la estructura que la precede.
RENÉ GIRARD (1923-2015)
Mucha filosofía, por ejemplo se construye sobre la base de un solo punto de apoyo, la parte aguda de la pirámide. Por ejemplo, el filósofo francés René Girard edificó todo su pensamiento siguiendo el modelo de la pirámite invertida. En la parte más aguda, o sea, abajo puso su premisa fundamental: el deseo mimético (el objeto de deseo no es deseado por uno solo, sino también por un tercero). Todo lo que dijo después, lo que escribió se sustentó en eso, en un solo punto.
        De allí que, a modo de conclusión, no miraría tan a la ligera la pirámide invertida señalando que lo menos importante está abajo. De pronto, es allí donde se funda todo.

Sunday, May 10, 2020

LA RISA DEL VIEJO



          El viejo Baro a veces venía y se metía en las conversaciones. Rara vez intervenía, aunque es cierto también que los demás no le dejaban espacio, así que se conformaba con oír lo que contaban. Tampoco nadie le preguntaba su opinión, otra falta de respeto. Pero, él se divertía a su modo de lo que allí se hablaba. Sonreía y reía como todos de los chascarros que se decían de los ausentes en las tertulias. Unos cuentos eran anécdotas, otros simplemente pelambres. No faltaba una situación que desmenuzar y pasarlo bien; conversaciones informales en cualquiera esquina de pueblo. Porque la gente, principalmente los hombres, se juntaban sin citarse en las veredas de las intersecciones. En esos años no había más que hacer cuando llegaba el crepúsculo, sin televisión ni todos los medios digitales que se desarrollaron después.
          Cuando un avispado contaba tallas todos reían, incluido el viejo, pero cuando terminaban las risas y comenzaba otro relato, el viejo seguía riéndose de la anterior.
          Un día conversé solo con él y me atreví a preguntarle discretamente que me parecía extraño eso de prologar la risa cada vez. Le pedí por favor que me dijera cuál era la gracia adicional que le hallaba a las tallas o si yo estaba exagerando. Al viejo le lagrimeaban los ojos por algún problema de conjutivitis. Me pidió que le explicara mejor porque no entendía la pregunta. Yo le dije qué curioso don Baro (así se llamaba o así lo conocíamos entre el vecindario de la calle donde vivíamos) que usted no comprenda mi pregunta pero sí las tallas de los otros. Dicho esto, insistí.
         El viejo se puso serio. Me miró directo entre esas lágrimas que de seguro lo obnubilaban. Y lo que me dijo me dejó petrificado: «Le entendí desde el principio, sólo que quería estar seguro de su real interés por eso le pedí que me lo repitiera. Bien, estimado amigo, le explico: eso que ustedes hallan gracioso yo lo he escuchado una y otra vez, desde que era joven; imagínese. Lo que me sorprende en todos estos años es no oír nada nuevo en esas conversaciones; siempre lo mismo. Por lo tanto, —y aquí espero satisfacer su inquietud— no me rio de las tallas, sino de la estupidez humana que hay en ellas».

Tuesday, April 28, 2020

EL MARCO ES EL CENTRO DE LA OBRA

               
         Lo importante es el fondo no la forma, dicen algunos cabezones₁. Sin embargo, este enunciado es un error peligroso. Si llevamos, por ejemplo, la afirmación al terreno de la pintura, diríamos que la Mona Lisa (foto) pintada por Da Vinci  vale igual con o sin el marco. Es decir, si usted la saca del marco y pone esa tela famosísima a la venta en algún puesto de la feria, ¿su valor permanecerá exáctamente el mismo? No, no es tan así por lo que veremos.
              Jacques Derrida₂, el filósofo argelino-francés pone al marco de la obra en el centro de su estudio, no en la periferia. Y cita el caso de una aspiradora doméstica que en las tiendas cuesta 40 dólares, mientras que una copia igual pero desplegada en medio de un salón del MoMA de Nueva York tiene un valor incalculable. Vea Ud., lo que significa el marco que es el museo mismo. Y si vamos a nuestro ejemplo de la Mona Lisa, su marco no es sólo el bastidor de madera que la rodea sino todo el Louvre.
            Podemos llevar este ejemplo a otras situaciones de nuestras vidas, que en mi caso he experimentado a lo menos un par de veces:             Un jefe se me acercó para entablar conversación, a propósito de que yo estaba solicitando una audiencia con él. Y ahí mismo en el pasillo me preguntó que de qué se trataba mi asunto. Obvio, un tema de remuneraciones. Y mientras ambos caminábamos por ahí, me dijo que atendería mi pedido pero en función de las realidades. Estábamos más o menos de acuerdo en el fondo, o sea los números, pero estábamos muy mal en la forma: mi asunto urgente el jefe lo abordó en el pasillo, no en su oficina, donde correspondía. En este caso, el marco ausente era la formalidad de la oficina de la jefatura, no el pasillo. Por eso después lo tuve que corretear meses para que se cordara de lo que habíamos hablado informalmente.
          Cuando usted esté en una situación parecida pídale a su jefe que el asunto lo vean en la oficina formal, ahí sí que adquieren valor los acuerdos. La oficina es el marco, lo importante.
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₁ La palabra cabezón es un decir vulgar para significar a alguien que se supone inteligente.

₂ Derrida, Jacques (1930-2004) 
"De La Gramatología"

Sunday, April 26, 2020

EL TERCER ESTADO DE LA VIDA

       
 La ciencia médica habla del ciclo sueño-vigilia para significar los dos estados en que nos desenvolvemos en la vida. La vigilia es estar despierto y en alguna actividad; el estado de sueño es el descanso reparador.  De acuerdo con esta clasificación, usted amigo lector, es o lo uno o lo otro: dormido o despierto. Pero...
         Aquí viene mi crítica a esta estandarización. No sólo son estos dos estados. Hay un tercero: el insomnio que no es estar despierto al cien por ciento aunque tengamos los ojos abiertos. Es un estado intermedio. Cuando uno no duerme bien en las noches y esto se repite, la ciencia médica habla de desorden del sueño, no dice que sea un tercer estado.
          El insomnio es estar en la nada, en el limbo, fuera del tiempo. Es permanecer dentro de una esfera gris oscura donde cada segundo avanza en cámara lenta. El filósofo rumano Emile Ciorán dijo que para él el insomnio era la conciencia absoluta de la marcha del tiempo. «...sólo existes tú junto al silencio y la nada. [...] esa soledad absoluta pide un interlocutor: y cuando hablo de Dios es sólo como un interlocutor en plena noche»₁.
       Lo anterior es una descripción del hecho propiamente, el insomnio. Pero, veamos el caso por dentro. Durante ese estado se nos vienen encima muchos pensamientos, como un viaje a través del espectro desde el ultravioleta al infrarrojo. Y entre ellos vienen los problemas que saltan a la palestra. Y he aquí que por lo general elegimos uno. Lo analizamos, deconstruimos, lo miramos al revés, de arriba abajo y viceversa, al trasluz. Y, claro, en medio de la noche hallamos las soluciones. Uno dice, cómo no se me había ocurrido antes. Problema resuelto, mañana mismo aplico esa idea para resolverlo, nos decimos. Pero, surge un problemita...
           Cuando al día siguiente recordamos la solución ideada, nos damos cuenta que es impracticable. O sea, téngase presente que el insomnio tampoco ayuda, es una tortura. Pero, aceptémoslo como parte de la vida, porque en esta vida vivimos en 3 estados: vigilia, sueño e insomnio.
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₁ E. Ciorán (1911-1995) tenía una idea de Dios, pero confesó siempre carecer de una disposición natural para la fe.

Sunday, April 19, 2020

UN TARJETERO GUARDADO


          Dado el tiempo que dispongo por la cuarentena debido a la peste que recorre el planeta, reviso mis archivos. Encuentro cosas curiosas, por ejemplo un tarjetero. Hay nombres y direcciones que seguramente ya no valen. Como ha pasado un buen rato, más de 30 años, creo poder contar algunos detalles. Las tarjetas de presentación son o fueron de personas que conocí y con las que interactué por corto tiempo aquí y allá en el contexto de asuntos de trabajo. Abro el tarjetero, lo recorro con la mirada y vienen a mi memoria rostros y situaciones. Resumo algunos:

JORGE GESTOSO, anchor (locutor), CNN Atlanta. Me dice, “tienes que reportear muy bien las elecciones presidenciales en Chile, ir a lugares interesantes, ver donde vota la gente políticamente importante”. Pretendió una clase de reporteo, un poco desubicado Jorge, porque yo era un reportero con harta calle, quizá con más calle que él (vea usted amigo lector que no me libro del mal de egos). Debió ser porque CNN quería mi concurso para esa elección. Acartonado Gestoso, de procedencia uruguaya, elegante eso sí,  bueno para las entrevistas. Pero, su rostro en pantalla nunca trasuntó ni una emoción. Fue el autor de un cliché con el que cerraba el noticiario de CNN en castellano: “Así es como está el mundo”. Y me extendió su tarjeta personal, ahí la tengo en estos archivos.

STEVEN BONICA, vicepresidente de Panasonic, Nueva Jersey. Ingeniero neoyorkino con vínculos comerciales y políticos. Un gordo inmenso. Tuve 2 reuniones con él en Nueva York relacionadas con la compra de equipos para Megavisión. Ambas se realizaron en el sitio que él eligió, restaurantes. Nunca almorcé mejor en Manhatan. En el primero, carnes asadas; en el segundo pastas. Jamás pescó el contenido de lo que conversamos, se concentraba nada más que en el manejo del tenedor. Gracias Steven. Él hizo aportes de importancia a la instauración de la tv de alta definición en NY, ocupó además un puesto gerencial en NBC y nos trató bien en la compra de equipos técnicos para echar a andar Megavisión.

WES STURR, director de noticias del canal K2 (K-two) de Casper, Wyoming. Nos estaba esperando ese mediodía en terminal aéreo de la ciudad, el que a pesar de ser tan campestre tenía el añadido “Casper Internacional Airport”. No era más grande que Balmaceda de Coyhaique. Habíamos llegado para una visita profesional a K2 con otros cuatro periodistas de distintos países. Nos llevaron en un vuelo particular, por lo que en el terminal no había pasajeros. Y en esa soledad estaba Wes, bajito, simpático repartiendo abrazos de bienvenida. En voz baja y sin dejar de sonreír me dijo casi al oído y con tono cómplice: “la noticia de la llegada de ustedes ya salió al aire, la produje antes de venir para acá y antes de que el avión aterrizara”. Tragué saliva, alguna vez en Concepción con otros periodistas hicimos lo mismo, redactar por adelantado una situación que todavía no era un hecho. Un mal provinciano también disperso en Estados Unidos. (Te perdono Wes, tú querías recibirnos cariñosamente, brindándonos importancia y por eso arriesgaste la noticia sin confirmarla; gracias igual).

CARL POSEY, escritor independiente vinculado a Time-Life.
Trabajamos juntos aquí en Chile para el Observatorio de Cerro Tololo. Simpático, gran amigo. No hablaba castellano, a pesar que creo que se hacía el que no sabía. Años después en que cada cual se fue por su lado, me envió un libro de su autoría: “Bushmaster Fall”, en la que uno de los personajes de ficción al que él le puso mi apellido era el peor de los villanos en Bolivia. Posey es además un buen dibujante de comics con unos cuentos súper sardónicos. El dibujito que acompaña este texto lo hizo él. Saludos Carl si lees esto.

PATRICIA AKKAD, una mujer de la sociedad de Los Ángeles, Ca.
contratada por el gobierno, para atender a tres periodistas internacionales, entre ellos, yo. Usaba el apellido de su esposo, un norteamericano de ascendencia libanesa. Patricia era fanánica de los caballos: saltos, steeplechase, polo, en duro, etc. Todo lo que fuera ecuestre le encantaba. Nos narró su experiencia en El Líbano, cuando visitó a la familia de su marido. “Los libaneses son muy buenas personas, es gente muy sencilla. La casa donde nos alojamos tenía piso de tierra”. Eso debió ser incómodo para una mujer conspicua que provenía del rutilante Hollywood, donde tenía residencia.

PALOMA ROALES-NIETO, amiga de Patricia, española, nunca
entendí la razón de su asistencia a nuestra reunión en Los Ángeles, seguramente por el castellano, para que nos sintiéramos cómodos. Paloma era más joven y dijo estar llena de proyectos no de trabajo, sino de vacaciones. Nos contó que al día siguiente viajaría por una semana a un resort en Cabo San Lucas, en la baja California. Hablaba con la tupé de una madrileña segura de sí misma por su aspecto y una buena billetera. Sin embargo, no tenía tarjeta, así que escribió sus coordenadas en la esquina del papel de una agenda. Saludos Paloma si llegaras a leer esto.

VLADIMIR A. EVSTIGNEEV, comentarista de Radio Moscú. Nos hizo un par de notas miceláneas de la capital de Rusia para Megavisión. Un día aterrizó en Chile nada más que para cobrar sus servicios. Cuando le pedí que hiciera algo más noticioso, más contingente me respondió medio asustado: “hombre, no puedo, tú no conoces a mis jefaturas. En mi país eso es muy complicado. Ni te imaginas lo que me podría pasar si la jefatura me sorprende en eso”. Desde aquel mismo día no le compramos más notas desde Rusia. Vladimir era un hombre rudo pero que evidenciaba un temor sin límites disfrazado de respeto hacia sus mandamases. Insoportable era oírlo hablar por mucho rato porque arrastraba las erres.

GERARDO PALLARES, productor senior de Canal 54, en Sunset
Boulevard, Los Ángeles, Ca. Qué tipo más agradable. Era una persona mayor, delgado, respetable. Tuvo la gentileza de mostrarme su canal que transmitía programación orientada a público latino. Como en Chile recién nacía Megavisión y yo tenía algo que ver en eso, le pedí a Gerardo una idea para ganar audiencias. Me dijo como él lo había hecho con buenos resultados: “Instálate en una plaza de Santiago, pon allí tus camiones para transmitir en forma directa y arma un fiestón, una gran fiesta con artistas conocidos y espacios para bailar. Te aseguro que eso funciona. Verás como la gente te va a querer y seguirá tus emisones”. Años más tarde supe que Pallares se había retirado de la actividad.

DAN BRADLEY, editor de noticias TV8, Tampa, Florida. Dos días pasé en Tampa para conocer este canal de televisión, porque se nos dijo que era exitoso y parecía serlo. Bradley me atendió muy bien y me dio
luces de cómo ellos hacían los noticiarios. Él se instaló en esa ciudad ribereña del Golfo de México atraído por el clima. Provenía del estado de Montana. “No volveré nunca más a mi tierra, aquí estoy feliz. Trabajo en las mañanas y en la tarde me voy a pescar en mi lancha. Detesto el invierno”. Y en eso le contradije: “Pero, una buena cancha de esquí, harta nieve, un parador no anda mal”. Me miró con las cejas fruncidas y me respondió: “No, no, no. Mándame una postal”. 
       El primer día me dio su tarjeta de presentación con una recomendación manuscrita al reverso: “Bern's Steak, caro; Shell's Seafood, barato; Colonade Seafood, razonable”. Fue un dato práctico cuando uno no sabe dónde ir a comer, en una ciudad desconocida. Gracias Dan.

MARÍA CARRABIS, ejecutiva de marketing, Cesars Palace, Las Vegas. Me recibió en su oficina detrás del mesón de recepción que
queda al fondo de las máquinas tragamonedas de juego ingresando al hotel desde la entrada que da a Las Vegas Boulevard. ¿Qué hacía yo allí? Asistir a la exposición anual de la NAB, una muestra de tecnología de televisión y comunicaciones. Mi encuentro con María fue corto, formal, intercambio de tarjetas de presentación. “Sea usted bienvenido. Cuidese de las tentaciones de esta ciudad. No tenga miedo, acá no pasan esas cosas que uno ve en las películas. Juegue, apueste y gane mucho dinero”. Esa fue la despedida. ¿Se cumplió su último deseo para conmigo? Al revés.

















Saturday, March 28, 2020

"¿QUIÉN SOY YO?" (*)

El Retrato de Dora Maar (1937), Pablo Picasso.

         Una mesa es eso que está ahí. ¿Tan así?, se pregunta Bertrand Russell. El filósofo desafía a sus lectores para que piensen. Sí, la mesa está ahí, pero es la visión que tenemos desde aquí. Porque, la cosa misma proyecta su imagen en todas direcciones, así el problema es con cuál me quedo. ¿Y qué pasa en la oscuridad absoluta? La mesa sigue ahí, pero cómo es. Tiene superficie y 4 patas, es dura, fría, suave, resistente. Es eso y puedo seguir, para armar esas características debo mirarlas desde alguna parte.
          Pablo Picasso se enfrentó al mismo problema. Y resolvió pintando la imagen de una persona como si estuviera viéndola desde varios puntos a la vez.
        Bueno, hemos llegado a las personas. Aquel es negro, ese otro es chico, la mujer es guapa, ese niño es rubio. Son las imágenes que tenemos de las personas. Cada una de ellas, sin embargo, es un mundo interior infinito, que no vemos. De esa dimensión no tenemos imágenes. Entonces, debemos aceptar que en el caso de las personas hay una realidad imposible de acceder para los demás.
      Veamos, quienes me conocen tienen un patrón, una forma, de lo que ven de mí; sin embargo, pienso que soy distinto. No es que me mire en el espejo para saberlo, observar una foto mía o ver un video en que yo aparezco. Para observarme, conocerme y sentirme debo cerrar los ojos.
     En el silencio de un sillón inicio un recorrido a ciegas, introspectivo de mi cuerpo. Ahí están mis pies tibios, asciendo,  tomo conciencia de mis huesos, mis músculos, mi piel. Puedo recorrer mi bajo vientre, sentir los huesos coxales que determinan mi cintura, la calidez de mis intestinos, que no logro diferenciar de otros órganos, pero están. Mi estómago registra una ligera acidez y la siento un poquito también en la garganta. Oigo cada pulsación de mi corazón y el aire que entra y sale rosando mi laringe. Mis brazos están apoyados en el sillón por el antebrazo. Los hombros los sostienen desde arriba, mis 2 huesos húmeros reposan firmes agarrados de ahí. Los codos curvados me proyectan hasta las manos. La muñeca con los 8 huesos del carpo, 16 considerando las 2 manos, alineados en orden están ahí porque percibo su tibieza. Mi cabeza descansa con total equilibrio en la primera vértebra, también llamada Atlas, y hasta puedo decir que tengo conciencia de mi masa encefálica protegida en la bóveda del cráneo. Mis oidos encendidos me reportan el sutil rumor del silencio. Ése es mi cuerpo físico, distinto al que ven ustedes. Y eso que ni siquiera he abierto el libro de mi yo lleno de experiencias, vivencias, esperanzas y todavía con páginas en blanco en las que habrá que escribir...Ése soy. ¿Y usted?
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(*) El título de esta nota lo he copiado de un programa de televisión de acertijos de los años 70 que condujo el animador y periodista Enrique Bravo Menadier.

Monday, December 09, 2019

EL ESPEJISMO DE ESO QUE ELEGIMOS


         Vamos al supermercado a comprar lo que necesitamos. Elegimos las cosas y las echamos al carro. Volvemos a casa encendemos la tele. Las noticias. Las vemos, las oímos y después las comentamos. Que no se nos olvide que la próxima semana son las elecciones. Tenemos que elegir a nuestra autoridad. Mientras pienso en esas cosas que hay que hacer, oigo la linda música de esos tiempos en mi radio. Soy libre, difruto la vida.

       Pero, analicemos estas situaciones particulares que conforman el conjunto de nuestras vidas, diríamos, de una persona promedio, feliz. Sigamos, en el super elegimos los alimentos que buscábamos ya por calidades o por precios. ¿Pero, esa persona escogió realmente o alguien eligió esas cosas de comer antes para ponerlas en oferta? No nos queda otra opción que aceptarlo. Ese desconocido decidió lo que yo compré. Por tanto, mi dieta me la preparó otro. Vamos con las noticias. ¿Es lo que veo y oigo lo que verdaderamente me interesa? Claro que no. Alguien armó el noticiario y decidió cuál era el mensaje que yo debía recibir. O sea, me construyeron una realidad sin mi consentimiento según el afán o el deseo de otra persona y yo la consumí.

       Las elecciones de las autoridades políticas son un hecho relevante. A votar la semana que viene, según este modelo que estamos comentando. ¿Por quién me inclinaré? Las opciones no son muchas y la oferta no calza con un nombre que me gustaría. El menú lo estructuraron los partidos políticos a su pinta e interés. Ellos eligieron por mí antes que yo marque el voto. No tengo alternativa.

         Y termino este pensamiento mencionando la música que escucho. Responde a lo que llaman la parrilla de la radio, que fue armada por alguien y que se me ofrece para que yo la oiga. Y la oigo. No elegí eso, otro lo hizo por mí antes.

         Al final, esto es como los fouls en el fútbol. Comete una falta, descalificadora o no, quien llega atrasado a la jugada con la intención de agarrar la pelota. Es lo que nos ocurre. Llegamos siempre tarde aunque no cometamos falta. Otros se nos adelantaron, yo no elegí nada, sólo recogí algo ya seleccionado. Así es la vida en sociedad, vamos a la zaga. Porque al revés parece que no funciona.



Thursday, October 10, 2019

VIOLENTA ES LA BURLA DE LOS RICOS

Imagen copiada de The Clinic.

          La risa no es una manifestación de felicidad, sino de violencia. Porque quien se ríe, se ríe de alguien. Y, lo más curioso de la risa está en la cara que pone el que se ríe: muestra los dientes, igual como en la naturaleza hacen los animales en actos de agresión. Y es interesante también observar que los animales no ríen, ésta es una característica sólo de la especie humana. Mi comentario se basa en anotaciones de filósofos modernos como René Girard, por ejemplo. Esta idea de la risa y el presente (estoy escribiendo el 10 de octubre de 2019) apunta a tres desaguisados: bromas estúpidas dichas para reírse, o sea, para agredir. No logro entender los chistes pronunciados por personas que no deberían usar este recurso ramplón en tiempos de muchas dificultades para millones de personas. Quienes se atreven, porque les da lo mismo, están en las más altas esferas de la conducción del estado.
           Veamos los casos concretos. Primero, el ministro de economía Fontaine dijo en una salida de tono humorístico frente al alza de los pasajes en el transporte, que para ahorrar había que levantarse más temprano (por cierto que más temprano, que lo que hace un trabajador común y corriente que ya es bastante) y aprovechar la rebaja «valle» antes de la hora «punta». Dicho esto, risas, risas…
               Un segundo caso hay que ubicarlo en Hacienda; el titular de ese ministerio Larraín dijo que los románticos deberían aprovechar que el IPC arrojó una baja en los precios de las flores (porque todos los otros artículos fueron al alza) y regalar ramos a las personas de sus amores. Dicho esto, risas, risas…
            Y la tercera broma la gastó el presidente de la república, Piñera. En un encuentro con un grupo de niños en la casa de gobierno, les dijo en son de broma que si ellos arrojaban monedas a la fuente de agua de uno de los patios del palacio, ellos podrían regresar algún día, como afirma la costumbre. Y les dijo algo más o menos así: «Ustedes lanzan las monedas a la fuente y yo voy y las recojo». Dicho esto, risas risas.
            Estos tres ejemplos demuestran en nuestra realidad aquello que afirman los filósofos que la risa es violencia, en este caso, del poderoso hacia el indefenso. Es una lástima que el dolor de los más, sea motivo de escarnio de los privilegiados. Igualmente viene al caso afirmar que no se trata de falta de sentido del humor. Es que el terreno del sacrificio y las estrecheces no da para posturas humorísticas.    

Tuesday, October 08, 2019

REHENES DE LAS TECNOLOGÍAS


              Me alarma nuestra dependencia de las tecnologías. Cuando las usamos dejamos de ser libres, quedamos cautivos, al arbitrio de los dueños (de las tecnologías). Ellos hacen lo que les da en gana y a nosotros sólo nos queda bajar la cabeza. Porque si nos rebelamos, nos dejan fuera. Y en la sociedad en que vivimos, eso equivale al ostracismo, igual que las condenas extremas aplicadas en la Antigüedad.
Cómo no se va a reír de nosotros Tim Cook,
dueño de una de las más famosas tecnologías
de comunicaciones, si le compramos todo y
más encima seguimos dependiendo
de su voluntad. 
          Para entender este análisis sombrío de la nueva realidad, usaré un ejemplo. Mi teléfono inteligente, móvil o como usted quiera llamarlo, me decía hace un par de días que debía actualizar el programa. Yo me había dado cuenta porque varias apps no respondían con plenitud a mis mandos, eso significaba que algo estaba pasando. Efectivamente, no había actualizado. Y cuando lo hice, el dueño aprovechó de hacer cambios en su beneficio: incorporó nuevos apps que no necesito y que tampoco puedo eliminar, etc. Y agregó otras modificaciones operativas que debo aprender a usar. Bueno, qué más da, como sea quedé actualizado. Sólo así me libré del ostracismo que me hubiera significado no ponerme al día. Y pensé ¿por qué todo este embrollo? Simple, el dueño hizo los ajustes de su interés y al usuario, o sea yo, no le quedó ni una sola posibilidad de protestar o rechazar algunas de las modificaciones.
         Antes que llegara esto de la telefonía móvil, si uno compraba un objeto tecnológico no quedaba atado a la voluntad del vendedor. Cito un ejemplo, me compro una carreta para transportar carga. La pago y ya no tengo necesidad de vérmelas de nuevo con el fabricante. La uso todo el tiempo que me dure o la necesite y tampoco tengo que estar actualizándome cada vez. Hoy, un celular que yo adquiera implica que debo actualizarlo en forma periódica, de lo contrario pierdo mi dinero, porque el equipo por el que pagué mucho, no me servirá. Es decir, compro, pero sigo necesitando al vendedor.
       Por eso, considero que somos los rehenes de los dueños de las tecnologías. Entonces me sulfuro cuando veo en la televisión el lanzamiento de un nuevo modelo de móvil. Entre toda la parafernalia, el dueño de la tecnología sale al escenario, hace el anuncio y todos los esclavos aplauden de pie y salen corriendo del teatro a comprarse el recién estrenado modelito —carísimo—, ¿habrá algo que valga la pena en el equipo nuevo? No, porque el usuario encontrará exactamente lo mismo en la pantalla nueva que en su viejo equipo. O sea, nuevo celular y renovadas actualizaciones, para que el dueño de la tecnología te tenga agarrado de buena parte y él siga siendo infinitamente rico.  

Wednesday, September 18, 2019

LOS FACISTAS GESTICULABAN EN PÚBLICO

       De tanto ver y observar las conductas de los políticos y de quienes ejercen en los medios de comunicación durante sus actuaciones en público advierto que usan y abusan de un recurso retórico: el movimiento de brazos y manos para intentar dar fuerza a lo que están diciendo. ¿Será porque lo que afirman carece de sustancia y hay que apoyar como sea?
      Amigo lector, usted lo puede confirmar. Simplemente fíjese cuando ellos hablan por televisión y verá cómo gesticulan. Pues bien, traté de investigar esta tendencia moderna de hablar moviendo exageradamente las manos y me remití a la historia. Y miré cómo decían sus discursos, los grandes de la retórica en el siglo XX, entre ellos Winston Churchill, John Kennedy y Charles De Gaulle. Y vi que ninguno de los 3 gesticulaba. La única salvedad que observé fue de parte de Churchill, quien en el Congreso de Estados Unidos, gesticuló, pero para burlarse del estilo de Benito Mussolini. Ni Kennedy ni De Gaulle movían tanto las manos como vemos a personas hablando en público hoy.
       Por el otro lado, sí hubo quienes batían los brazos como si hubieran sido monigotes y ellos fueron precisamente Mussolini y Adolf Hitler, incluso este último se entrenaba frente a un espejo aleteando un discurso para después dirigirse a las masas. O sea, gesticular, es sinónimo de fascismo. Los fascistas mueven las manos para tratar de darle consistencia a sus palabras mentirosas.  

Sunday, September 01, 2019

UNA MESA INFERNAL

          La imagen de arriba es un festival de malos modales en la mesa, por ese motivo hemos titulado esta nota la mesa infernal. Pero, ha sido dibujada con fines didácticos y de recordación, con cada una de las situaciones aumentadas para resaltar lo que no se debe hacer ni en casa ni menos como visita. Cada uno de los personajes está apuntado con una letra que nos servirán para desglosar sus feas actitudes en el comedor.
A. Este personaje mal educado se puso la servilleta dentro del cuello de su camisa. La servilleta, por lo general de algodón, debió ponerla sobre su regazo, esa zona entre la cintura y las rodillas.
B. Esa mujer está en dos actitudes negativas: come sin cerrar la boca y al mismo tiempo le habla a otra persona ubicada en el otro extremo de la mesa, o sea grita.
C. Ese señor de chaqueta clara comete la rotería de tomar con la mano directamente del plato parte de la comida. Para eso tiene el tenedor.
D. La mujer de chaleco a rayas se lleva comida a la boca en cantidad excesiva. No tiene ninguna moderación. Eso es indecente.
E. El mal educado que da la espalda en el dibujo comete la grosería de usa el cuchillo del cubierto como cuchara. Horrible.
F. La mujer a la que no se le ve el rostro trasgrede la moderación y fuma en la mesa.
G. El caballero de pelo corto no tiene ningún decoro y simplemente se retira restos de comida desde su dentadura con un mondadientes.
H. La mujer está en una actitud parecida a la persona indicada anteriormente, salvo que ella usa la uña de su dedo meñique para ese propósito.
I. Y este señor necesita alcanzar la salsa que se encuentra lejos de su ubicación, para ello estira desmesuradamente su brazo. Debió pedir que alguien se la acercara. Esta actitud desaconsejable es la menos grave, pero igualmente es una rotería.

Wednesday, July 31, 2019

EL SECRETO DEL SINDICATO


          Las calles de Caldera tienen ese color amarillento típico del desierto de Atacama. El polvillo ocre que se levanta con el viento parece que lo tiñe todo. Y, nada de curioso, ése es el tono de la sede del sindicato independiente de trabajadores de mar de la comuna, situada en una esquina cerca de la playa. Como es de imaginar un día, no lejano, esos hombres se organizaron para producir juntos el ostión, un bivalvo sabroso de creciente aceptación en la gastronomía mundial. Sin embargo, nuestra historia se refiere a la sede.
        La casa sindical tiene una sola planta como todas las demás viviendas del sector. Gente entra y sale por la estrecha puerta de calle, la que luce sobre el dintel el letrero: Sindicato de Mar, que vino a reemplazar al anterior, de la otra actividad, retirado dos años antes. El antiguo presidente de la organización de buzos y mariscadores adquirió el inmueble con el firme propósito de instalar al sindicato en un domicilio conocido. La casa quizá fue construida hace unos 50 años. Las actividades comerciales que antes se desarrollaron ahí de seguro que eran conocidas del antiguo presidente. La ubicación estratégica del inmueble en esa calle fue una de las buenas razones para comprarla. Sin embargo, la mejor razón fue el precio, botado por la decadencia en que cayó el giro anterior. Eso me lo contó el nuevo presidente.

Pese a esa modesta apariencia externa y la estrechez de la entrada, el interior fue una sorpresa para mí.  Al ingresar allí uno encuentra dos salas independientes una a la derecha y la otra a la izquierda, ambas con ventanas. Ambas crean el espacio justo para el angosto pasillo principal que conduce al interior. Sus puertas dan a ese pasadizo. Si por casualidad ambas permanecieran abiertas bloquearían la pasada. Pues bien, luego de cruzar la entrada de la casa y avanzar por ese pasillo se llega a un espacio grande con piso de baldosas que se extiende a lo ancho de la propiedad, tal vez unos 12 metros. La primera impresión fue que esa sala enorme pudo servir como cancha de baby fútbol así tenían sentido las oficinas de la entrada que pudieron ser los camarines de los equipos. Daba para pensar eso. Aunque costaba imaginarse que en el lugar pudiera realmente funcionar un gimnasio. Pero, también en el área de las baldosas a lo mejor hubo mesones de taca-taca o mesas de pimpón. 

          Sin cielo raso, los tijerales y las planchas de metal del techo quedaban al descubierto. Una especie de mostrador de concreto que descansaba sobre pedestales de hormigón de 80 centímetros de alto cerraba en redondo una de las esquinas, digamos de la cancha, y por el otro lado terminaba en una plataforma de una altura de un metro, la que estaba pegada a uno de los muros. A ella se podía subir por un par de escalones en un costado. Hasta un niño pudo creer que aquella superficie elevada fue un escenario para presentaciones artísticas. Dicha plataforma enfrentaba al pasadizo de entrada desde el otro extremo. Más hacia el fondo hay, además, un amplio patio descubierto. En ese lugar pavimentado mujeres contratadas por el sindicato trabajan remendando redes y reparando trajes de buzos. El visitante comprueba la actividad en todos los ámbitos de la sede: contadores rellenan formularios, secretarias atienden llamadas telefónicas, dirigentes se reúnen con funcionarios de bancos algunos para ofrecer nuevos créditos, otros para recordar pagos de préstamos ya concedidos y usados. Agentes de aseguradoras con folletos de cómo trabajar sin riesgos en el mar esperan su turno. Nada que decir, en el sindicato cada cual hace lo suyo con dedicación.
         Mi anfitrión, el presidente sindical, me guía y me explica que es un día agitado así que me insinuó que tuviera paciencia. Él no se veía preocupado, por el contrario, su rostro reflejaba satisfacción. Sin duda, y con razón, estaba orgulloso de la organización que encabezaba, de la disciplina de los socios, y, por cierto, ─creí entender, para él lo más importante─ la sede sindical, elección del antiguo presidente. Así que me invitó a tomar asiento en el sillón y esperar. El rato de la espera me permitió tratar de buscarle sentido a la sede, porque había muchos elementos entre arquitectónicos y de distribución que no me calzaban como partes de  una casa grande común y corriente. Pensé que ahí debió funcionar otra cosa, pero no imaginé qué.

          La historia de Caldera afirma, dicen, que cuando en una ocasión alguien le preguntó al antiguo presidente respecto de cuál fue el giro original de esa casa, dijo muy orondo que era un supermercado. De acuerdo con su relato en el mostrador de concreto funcionaban las cajas y la plataforma o escenario servía para recibir los abastecimientos traídos por los vehículos de carga. El antiguo presidente hablaba con autoridad porque conoció los detalles del negocio que había desaparecido. Nadie le preguntaba más para no pecar de intrusos y, también, porque el hombre no mentía (eso decían ellos muy serios). 
        Doy otros detalles que me intrigaban del lugar. Por ambos muros laterales había en total seis puertas cinco de las cuales permanecían cerradas. La única que estaba entreabierta permitía ver un pasadizo ciego que remataba en otra puerta interior a lo mejor de una pieza. Era de suponer que las cinco restantes obedecían a la misma idea. A ambos lados de la plataforma-escenario había otras dos puertas que correspondían a baños, separados para hombres y mujeres.
          Elementos propios de la actividad productiva del sindicato ocupaban ahora casi toda la superficie de la plataforma. Eran remos, timones de madera y tres motores fuera de borda, apoyados contra el muro. Sobre la barra o mostrador semicircular que aislaba el córner de la supuesta cancha de baby, se apilaban jaulas tubulares de alambre color café que se usan para las camadas de ostiones en la zona de mar autorizadas.

         Luego de varios minutos de permanecer en ese sillón y de darle vueltas a mis propias interpretaciones del uso del recinto en tiempos pretéritos, vi acercarse al presidente del sindicato, quien por fin disponía de algunos minutos para atender el asunto que me había llevado a la sede a tratar con él. Luego de mirar en todas direcciones para insinuar que me hablaría del lugar, me dijo: «El antiguo presidente fue un gallo muy ladino, se las sabía todas y mire lo que consiguió para el sindicato». Estaba ufano de ocupar el puesto que antes tuviera un tipo tan singular como admirado. Cortésmente me invitó a una de esas oficinas laterales de la entrada que describimos antes, donde una secretaria digitaba algún texto. Luego de sentarnos le ordenó a la mujer que nos sirviera café, por lo que ella salió de la sala. Me di cuenta que más que el café, la orden era para hacerla salir con el fin de hablarme a solas de la sede sindical o de la casa. Ese asunto él lo sentía como una obligación. Me dijo: «El antiguo presidente aprovechó una auténtica ocasión para adquirir esta propiedad, quien decía ─sólo por decir, sin la intención de mentir, porque él no mentía─ que acá hubo un supermercado. No, no fue así. Toda la gente mayor de Caldera lo sabe. Pero, como usted es de afuera se lo cuento: hace un buen tiempo aquí funcionó una famosa casa de...». Bajó la voz de súbito porque en ese preciso momento la secretaria que estaba en la oficina de enfrente pidió permiso y entró inesperadamente a buscar unos papeles. Cuando los halló y se retiraba, llegó la otra mujer con las tacitas de café.