Debo tener presente que un aplauso es un gesto de aprobación. Pero, cuidado, hay otras interpretaciones que leen en el apluaso una ironía. En otras oportunidades implica un adiós. Si los golpes de las manos son muy distanciados entre sí es desaprobación. No se debe descartar el aplauso forzado, rastrero, adulador. Pero, me quiero enfocar en el sentido original.
Hay quienes aplauden a alguien que ha hecho un gran esfuerzo aunque no haya alcanzado el propósito. Por ejemplo, un entrenador de fútbol aplaude a un jugador que disparó al arco pero el balón no entró, pasó muy cerca.
Un arquero aplaude a un defensor que evitó el gol echando la pelota al tiro de esquina. Le agradece por haberle hecho el trabajo. En realidad debería esperar a que se lance el servicio y sólo si el balón no entra, estaría superada la emergencia.
Los jemplos son aplicables a la vida cotidiana: aplausos por el logro, aplausos cuando no. Lo único que marca la diferencia del gesto por el sí o por lo opuesto es la espontaneidad, la energía y alta frecuencia de cada palmada y su prolongación... cuando estas tres características no son fingidas, claro.
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