Wednesday, January 30, 2008

IGUAL MÁS IGUAL ES IGUAL A CERO


     Pedro le dice a Juan:

   «Igual vemos el partido esta tarde. Igual Chile puede ganar con facilidad. Gracias a Bielsa, igual, puh».

   Juan le responde a Pedro:

«Igual me cargan los partidos malos. Pero, igual me quedo a verlo por la tele. Al fin y al cabo, igual nos podemos tomar una chelita, puh. Igual, puh».

Pedro, algo contrariado, replica a Juan:

«Tai equivocado. Chile igual pone la cara. Los jugadores le tienen respeto a Bielsa, aunque igual no siempre tengamos buenos resultados. Pero, igual, me gustó la segunda idea, la de la chelita, igual puh, ¿qué más da?»

Juan recompone su comentario y subraya las coincidencias:

«Buena. Igual, no estoy ni ahí con el partido. Pero, igual la chelita heladita en verano justifica estar frente a la tele. Igual, puh, compadre…».

Este diálogo que usted ha leído, es una conversación moderna. Así habla un sector de los jóvenes. Y los adultos, para no quedar obsoletos, repiten también. Este fragmento que he presentado aquí no tendría ninguna observación a no ser por el estribillo. ¿Una lata, verdad? Igual vale, me diría usted, para cerrar este asunto.

Tuesday, January 29, 2008

¿QUIÉN RESPONDE POR LA IGNORANCIA COLECTIVA?

No me sorprende que los chilenos hayamos obtenido tan baja calificación en historia y actualidad, según una encuesta de Fundación Futuro.

Una primera reflexión sobre tan vergonzosa marca es echarle la culpa a la educación: que los programas que se imparten no profundizan, que la calidad de los profesores no es la adecuada, que faltan bibliotecas, que los chilenos no leemos.

Ése es un buen argumento para una crítica simplona. Pero, en el fondo es un discurso pobre. Amigos, seamos honestos y no nos quedemos en eso.

La educación no formal y su sombra: el aprendizaje, no residen en el aula, llámese formación escolar básica, media o superior. En un gran porcentaje –supongo, verdaderamente importante, aunque no tengo cifras--, yacen en los medios de comunicación.

Si convenimos en este asunto clave, llegaremos a la conclusión que los chilenos calificamos bajo en los conocimientos de ese encuesta porque los medios no los entregan.
¿Cuántas horas pasa un joven frente a una pantalla de televisión?, muchas. ¿Y un adulto? ¿Y un niño? Esa información existe y, repito, son muchas horas.
Los medios de comunicación, en particular la TV, no informan en sus noticiarios. Entregan una visión deformada de la realidad en que lo relevante son los hechos policiales. Y eso difícilmente lo podríamos tipificar como actualidad, en el correcto sentido del término. De allí que la gente que quiere informarse tiene que buscar las pistas actuales en algunos diarios, revistas e internet y el porcentaje de chilenos que leen esos medios es bajísimo. El grueso de la población, Chile entero, ve tele.

De modo que planteados mis puntos de vista concluyo que los responsables del desconocimiento y la deformación, que Fundación Futuro presenta como ignorancia, no son los libros ni la educación formal, son los medios.

Monday, January 28, 2008

EL MONTE ACONCAGUA EXIGE RESPIRAR A CADA PASO PARA CONQUISTAR LA CIMA


     El doctor Roberto Abusleme me contó que cuando faltaban unos setecientos metros para alcanzar la cumbre del monte Aconcagua (6.962 m.s.n.m.), el pasado jueves 24 de enero, la marcha se hizo muy difícil.
       Me dijo: «Yo daba un paso y respiraba, daba otro paso y respiraba. No podía avanzar dos trancos con una sola inspiración, a causa del aire enrarecido. Era algo increíble, que uno aquí en la ciudad ni siquiera toma en cuenta».
    Gracias a que salieron muy temprano del último campamento base a 6.200 metros, con mochilas muy livianas y sólo con lo indispensable, pudieron coronar la cima alrededor de las 02:25 PM.
«Fue tal la emoción de estar ahí arriba que uno ni siquiera mira el reloj ─me dijo y prosiguió─: uno se abraza, toma fotografías, mira alrededor y comienza a pensar en el regreso rogando que el tiempo se mantenga bueno».
    Hizo un cálculo a la rápida y me contó que permanecieron en el techo de las Américas un rato corto.
   Estaban en eso, gozando del fin exitoso de su proyecto, cuando uno de sus compañeros de marcha, el informático Marcelo Arriagada, les advirtió al resto que una masa de nubes estaba subiendo detrás de ellos. El tiempo atmosférico a esas altitudes es impredecible, sorpresivo y veleidoso. No es un juego. De modo que, a tomar las últimas fotos, las imágenes de video y a comenzar el regreso.
    Tienen mucho que contar mis amigos de la Asociación Chilena de Seguridad, que se propusieron subir al Aconcagua, se entrenaron durante un año y lograron llegar al sitio más alto del continente, uno de los siete montes del mundo más apetecidos por los montañistas.
   En la foto de arriba, captada en la cumbre, el doctor Abusleme con sus bigotes congelados, el doctor Héctor Rocco, Marcelo Arriagada, Osvaldo Valenzuela y el guía de montaña Jaime Cartagena.

Tuesday, January 22, 2008

EL GRAN RETO DE LA PARED SUR

La pared sur del monte Aconcagua, vista desde la
carretera a Mendoza.
     Mirar una cumbre, una muy alta, produce un remezón en el fondo del alma, parecido al rugir del viento en los cables del alumbrado público. 
    ¿Cómo es posible llegar a la cima gateando por esas soledades a merced del sol o de las nubes? «Ésa es la pared sur, una de las más escarpadas y desafiantes del mundo», me dijo el guía de montaña, mientras yo miraba, ausente, las nubes heladas que se formaban en la corona del cerro con el paso de los segundos.
     Al monte Aconcagua, el más elevado de las Américas con 6.962 metros, es un reto para los amantes del montañismo, para los ascetas, para los deportistas, para los filósofos.
   Esta fascinación de las alturas también está consignada en la Biblia. Luego de vagar por el desierto del Sinai, Moisés miró, desde la cumbre del monte Nebo, la tierra prometida, sin alcanzar jamás llegar a ella, dice la Escritura. Quienes han subido al Aconcagua, afirman que la vista desde la cumbre es inenarrable. Al amanecer, la sombra del monte se proyecta infinita sobre Chile; en el ocaso se dibuja hasta en el confín de la Argentina.
    Siete mil deportistas extremos compran boletos para subir al Aconcagua cada temporada, que va desde mediados de noviembre hasta el 31 de marzo. Lo hacen en las oficinas de la subsecretaría de turismo argentino, en la ciudad de Mendoza. De los siete mil, sólo dos ─a lo más, tres─, me dice Marianela Púrpura a cargo de esa oficina, adquieren tickets para subir por la pared sur.
     Esos escaladores de todo el mundo, que suben al Aconcagua, lo hacen con fines deportivos, científicos o por placer. Ascienden por la ruta normal que incluye cruzar un glaciar (Los Polacos) y atacar la cumbre por una canaleta empinada cerro arriba, de 350 metros, precisamente por donde el monte arroja sus avalanchas. Por eso, subir al Aconcagua es un deporte extremo.
     Sin embargo, hacerlo por la pared sur, que incluye un farellón de 500 metros de altura, donde hay que trepar en zig-zag, es propósito de locos o de gente muy audaz.
  Abajo, donde un ciudadano común como yo observa el Aconcagua, existe un cementerio simbólico de montañistas que murieron en el intento, ya sea arrastrados por un alud, tragados por una grieta, barridos por la fuerza de la galerna o petrificados por un bolsón de aire frío mientras subían aferrados a la pared sur.