Debe haber alguna razón por la que economistas –imagino que del sector especulativo de la economía—se dedican a hacer pronósticos. Nunca he leído o escuchado de ellos vaticinios optimistas. Son garúes de los malos resultados, de las escasas ganancias, de las alzas desmesuradas, de un futuro negro.
Son economistas con nombres y apellidos que viven a la sombra de grandes empresas, de institutos, de universidades, de organismos internacionales. Y desde ahí ejercen su tarea de predecir porvenires caóticos.
Esta gente tiene harta prensa para cuando hacen sus anuncios, pero desaparecen de las cámaras cuando expiran los plazos para que tales anuncios se cumplan. Nadie dice nada y la prensa no los busca para que den las explicaciones del porqué de sus predicciones erradas. Los lectores nos quedamos con el susto inicial, susto que desaparece cuando la realidad dice presente. “Los porfiados hechos”.
Estos economistas no perciben dinero por hacer sus anuncios sombríos en ruedas de prensa. A quienes sí comprendo cuando no aciertan es a los meteorólogos. Ellos hacen sus pronósticos buenos o malos, que se cumplen o no, pero viven de eso. Se ganan la vida de ese modo. En cambio los economistas agoreros meten miedo gratis.
Veamos una muestra. Leo El Mercurio on line de hoy dice: Economía crece un sorpresivo 5% en junio. Analistas (economistas) estimaban que el Indicador Mensual de Actividad Económica, IMACEC, de junio llegaría a un 3,1% en promedio.
No sigamos más con este asunto, ejemplos, tenemos por montones.
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