Como en los cerros, lomas, vegas y bosques de Tirúa el invierno es aún más bravo, los niños más chicos se quedan en casa ─no los mandan al colegio─, lo que es bueno para su salud, su seguridad y el regaloneo.
Pero, corren el riesgo de atrasarse en su desarrollo intelectual y social. El tiempo frío atenta contra su futuro, porque quedan en desventaja frente a los que sí pudieron ir al jardín infantil, sin importar el frío.
De allí que en el Hogar de Cristo haya surgido una idea que ya está en marcha: llevar el jardín infantil a la casa de los niños que capean el frío, el agua y el barro. Por esta razón, equipos de profesionales ─muy jóvenes y llenos de energía, por cierto─ de esa institución recorren los cerros, las lomas, las vegas y los bosques de Tirúa con elementos técnicos y juegos que despertarán la modorra intelectual de esos niños.
El trabajo es admirable porque implica grandes sacrificios para los profesionales: psicólogos, asistentes sociales y educadoras de párvulos que lo realizan.
Las fotografías que acompañan a esta nota, muestran el esfuerzo y el resultado de ese trabajo admirable, lejos de la ciudad, de la capital, sin carreteras, sin medios de transporte, expuestos a las galernas y a los gélidos aguaceros del fin del mundo.
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