Wednesday, July 04, 2007

EL ESTILO PERIODÍSTICO SE CONVIRTIÓ EN CLICHÉ


    Somos víctimas del estilo periodístico, cuyas características centrales son las siguientes: lo más importante al comienzo, frases cortas, no a los gerundios, ir directo al tema, evitar los rodeos, no a las metáforas, no se meta en los detalles, no pierda el norte, céntrese en una sola historia. Bla, bla, blá.
      De tanto escribir de este modo, los periodistas perdemos oportunidades valiosas como, por ejemplo, intentar frases largas, que tienen un sabor distinto. Con el fin que todos entiendan el mensaje, dejamos de lado hermosas metáforas, evitamos ejemplos útiles y eliminamos premisas que ayudarían a un silogismo. El estilo periodístico limita al lector, porque no le deja espacio para que él le agregue lo suyo al relato, ni despierta emociones profundas salvo exclamaciones como “oh, increíble, no puede ser, otras vez el mismo cuento”. Tampoco abre las ventanas de la evocación.
      En una librería me encontré con la última novela de una amiga periodista. Excelentemente bien escrita. Impecable manejo del idioma y sus giros. Pero, ella no se desprendió del estilo periodístico. Por eso, leer sus páginas fue como recoger harta información, notar buenos efectos, pero no encontré la vena personal de mi amiga. Porque el estilo periodístico se remite a los hechos y porque esa narrativa pretende, como una de sus metas principales, la objetividad aunque sea disfrazada. O sea, desde el punto de vista formal esa novela la pudo escribir cualquier periodista que siguiera las normas del estilo.
     Los periodistas deberíamos liberarnos de esa manera de escribir presente en nuestros genes, cada vez que intentemos hacer algo fuera de la línea. A mis colegas los invito a escribir con metáforas, con juegos de palabras, con frases largas, con paréntesis, perífrasis, hipérboles, a narrar varias historias simultáneamente, a que se pierdan en la rosa de los vientos. El norte sólo ténganlo como referente, porque como se trata de un placer es mejor no saber por dónde empezar o en qué parte poner el punto final.
   Rompamos alguna vez, aunque por un rato, con el estilo periodístico. No escribamos sólo para nuestros editores jefes. Si intentamos un camino distinto, el lector también participará en el entretenido juego de interpretar y construir él mismo su propio cuento.

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