Thursday, January 25, 2007

ESAS IMÁGENES QUE NO VEMOS CON LOS OJOS

       Revisé imágenes almacenadas en mi memoria, del mismo modo, como cuando uno trajina en viejos documentos en busca de algo. Y me sorprendió encontrar situaciones visuales que yo no había visto nunca. O sea, imágenes concretas que yo jamás presencié, pero que son archivos perfectamente mantenidos, almacenados, clasificados en mi cerebro. Son fotos o secuencias de películas que jamás se reflejaron en mi retina, sobre situaciones que no ocurrieron en ninguna parte.
      Aproveché una visita a mi oftalmólogo para comentarle estas cosas y preguntarle como una curiosidad. Y me dio una respuesta más sorprendente aún:«el cerebro crea imágenes sin la participación de tu voluntad. Lo hace solo y son imágenes reales. Es lo que pasa con los sueños».
      O sea, en ese instante se me planteó la necesidad de reordenar mi banco de imágenes: separar aquellas que vi con mis ojos, de aquellas que vi sin haber abierto los ojos. Y así puedo explicarme las causas de algún tipo de locura, en que el enfermo llega a ser incapaz de separar las películas producidas de aquellas que monta el cerebro solito, sin que nadie se lo pida.
      Lo peligroso del caso es que las imágenes son reales, aunque los hechos que describen no hayan tenido lugar. Esto se puede prestar fácilmente para confusión y nosotros, ser víctimas de esta triquiñuela cerebral.
    Aclarado este asunto sutil, pero importante, podemos comprender por qué tanta gente, incluidos los políticos y la televisión, son capaces de afirmar como verídicas tanta sarta de tonteras y mentiras. La tele, incluso, se da licencias para reproducir situaciones hipotéticas para respaldar lo que quiere decir.

LAS IMÁGENES Y LOS SUEÑOS

           Sentimos que los sueños son una asociación de imágenes. Pero, por razones de lógica el sueño no puede ser una sucesión de imágenes, sino que debe ser otro tipo de cosas. No deberíamos referirnos a eso que los sueños nos muestran, sino a lo que los sueños nos dicen. Heidegger y Foucault abrieron la era de la representación. Se supone, por tanto, que entre nosotros y el cosmos existe una tercera instancia: el campo de la imagen, de la visión y de lo que se va a ver. Este asunto está presente en la escuela fenomenológica. Cuando Edmund Husserl, a inicios del siglo XX, explica su fenomenología lo hace a través de un paradigma visual.

        La filosofía desde la antigüedad está rodeada por la imagen y el deseo de ver. El mito de la caverna de Platón habla de la apariencia y la realidad. Aristóteles trata de los sentidos y explica que el preferido de los seres humanos es la visión. Porque de los cinco (sentidos) es el que más nos hace conocer las cosas. Así, pensar sería un poco ver. Esta unión entre el pensar y el ver es tan potente que se manifiesta en nuestro lenguaje cotidiano. Por ejemplo, cuando le pregunto a alguien si comprendió lo que le dije, le digo: «¿ves lo que te quiero decir?». Vivimos dentro del paradigma visual.

       La imagen pertenece al mundo de la presentación o de la representación. Pero, cuando estudiamos más de cerca ese mundo, nos damos cuenta de varias limitaciones. Enumeremos. Las potencialidades no se pueden representar. Por ejemplo, un niño y su proyección adulta (potencialmente adulto). Vemos a un niño o a un adulto. Si en realidad pudiéramos representar esa potencialidad la anularíamos como tal y la haríamos actual. Otros objetos que no se pueden representar son las negaciones. Por ejemplo un futbolista, digamos Messi. ¿Cómo lo representamos en otro rol que no sea futbolista sin que se nos venga la imagen del Messi futbolista? No se puede. Un tercer tipo de objeto que no se puede llevar a la pantalla es la significación cultural. Por ejemplo, la cruz. En imagen vemos directamente dos palos que se entrecruzan, pero no vemos que represente a Dios. ¿Qué representa una cruz? Eso necesariamente tenemos que contarlo. Debemos distinguir la representación de la significación.

          Sartre entra en un bar para juntarse con Pedro, pero Pedro no está. Sartre comprueba la ausencia recurriendo a una comparación discursiva: la imagen del bar con Pedro y del bar sin Pedro. La ausencia no es visual, es un relato. Otro ejemplo, el caso de una foto de Nueva York actual. ¿Notaría usted que faltan las torres gemelas? Es necesario que alguien nos lo recuerde y lo diga.

          Vamos a los sueños, Bergson: «Nuestros sueños se elaboran casi como nuestra visión del mundo real». Freud analiza los sueños en forma revolucionaria usando el vocabulario «las imágenes oníricas». Pero, si lo estudiamos con más cuidado, el sueño está más cerca de la categoría de relato. Es una historia que nos estamos contando y no una película que estemos viendo.

        Los sueños están llenos de negatidades, de faltas, de ausencias, de frustraciones. Si el sueño nace de un deseo se lo vincula con una falta. En los sueños siempre hay personas que no encuentran lo que buscan, que pierden objetos. Nunca podremos representar que alguien haya perdido algo. O que una persona esté esperando a otra. Cuando en el sueño estamos con un familiar, padre, madre u otro, sabemos que es nuestro padre o nuestra madre u otro, pero nunca vemos sus caras. Sólo sabemos que son ellos.

         Llegamos a la conclusión que el psicoanálisis no trabaja el sueño como imágenes sino el sueño como un relato, en consecuencia las imágenes oníricas que cita Freud no existirían como imágenes. El sueño no es una producción representativa sino una producción significativa. La vida psíquica humana en general no se debe asemejar a un teatro o a una representación sino que se debe asemejar con un texto o con un gesto de escritura.

        Por razones ontológicas (del ser) los textos tienen acceso a más objetos que los que puedan mostrarse en pantallas. Es la superioridad del libro sobre las imágenes, porque el libro accede a todos esos mundos de las negaciones y de las ausencias a los que una cámara nunca podrá llegar.

[NP (Interpretación, adaptación y transcripción del curso La Imagen, Vinolo, 2020)].


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