Escucho mucha radio por hábito, por tradición, por interés profesional, por las noticias, por el fútbol. Curioso, pero no por la música.
Porque la radio transmite discos antiguos. Es un asunto retro, que me choca. Y explico por qué.
Esas canciones clásicas permanecen en la memoria asociadas a sensaciones o sentimientos. Evocan. Pero, si te las presentan a cada rato, en las circunstancias más diversas, la evocación se rompe y es difícil de recomponer. La música que ofrecen las radios es como un álbum de fotos en sepia abierto sobre la mesa. El recuerdo, la emoción se pierden, porque las estamos percibiendo sin control.
Hay momentos específicos en que te gustaría oír tal o cual canción. Ése es el instante adecuado, en que la emoción perdura, resurge y se fortalece. Por eso, no comparto la idea de las radios de estar todo el día repitiendo hasta el cansancio los temas del ayer, ya superados por el tiempo y por los acontecimientos.
¿A qué no se atreven las radios?: a presentar canciones nuevas. El mundo está lleno de creaciones artísticas nuevas, con registros maravillosos increíbles. Se trata de otros clásicos, con nuevas emociones con situaciones especiales para evocar en el futuro. Por eso nos estamos perdiendo, farreando una enorme cantidad de las creaciones de generaciones de recambio. Me pregunto si esos temas no se difunden, ¿los autores tendrán interés en seguir creando? No tenemos algo de eso hoy en la radio.
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