La Historia se quedó sin un valioso complemento para el análisis o la opinión a raíz del rechazo del general Pinochet a concederle una entrevista a la periodista italiana Oriana Fallaci, considerada una de las entrevistadoras más renombradas del mundo. Pinochet y Fallaci están fallecidos. Eso fue a finales de los años setenta.
En círculos del edificio Diego Portales (sede del gobierno militar) mucho se habló cuando se conoció la solicitud. Que no, dijeron los más; que tal vez sí, que sería bueno balbucearon débilmente los menos.
Ganó la primera opción, que veía la entrevista con las anteojeras del corto plazo. La segunda opción la echaron al olvido, pero era la mejor. Porque habría sido un aporte en el tiempo, para haber comprendido mejor al personaje, con un patrón de medición internacional: Fallaci.
El argumento para el no fue pedir la batería de preguntas por adelantado, de ese modo el rechazo a una entrevista condicionada sería automática, como lo fue. Estaba muy fresco el impacto de la entrevista de Fallaci a Yasser Arafat, como para exponer a Pinochet. ¿Y si él hubiera querido personalmente enfrentarla? El círculo de hierro no se lo hubiera permitido.
Por la negativa de ese gobierno dictatorial los chilenos del futuro no conocerán aquella arista del gobernante que Fallaci pudiera develar o construir. Gracias a su talento, su temple y su pluma pudimos conocer vericuetos de las personalidades de grandes personajes del siglo XX, sin que su descripción –muchas veces ácida—haya restado brillo a la performance del entrevistado.
Fue un mal consejo detrás de la decisión de rechazar el encuentro, la humanidad se perdió para siempre esa descripción.
No comments:
Post a Comment