La belleza, llámese apostura, equilibrio en la forma, el color del cabello, el matiz de los ojos, la simetría corporal, la estatura o la juventud, son dones, que Aristóteles llamó bienes naturales de la persona que los posea. La belleza y la personalidad marcan diferencias entre un individuo y otro. Hay más posibilidades de éxito en la vida social para aquella persona que sea bella respecto de otra que no lo es.
Por eso alguien bello y con una personalidad robusta puede acceder con más facilidad a mejores trabajos y ganar más dinero. Esas personas agraciadas usan y gozan de ese favor de la Naturaleza. De allí que, por ejemplo, las llamadas súper modelos obtengan tantas ganancias, gracias a que poseen ese bien natural.
Apoyándome en Aristóteles, concluyo que lo bello es y será siempre más caro que lo feo.
Pero, ¡cuidado! Escribo este texto porque hallé la excepción. Sí, como un portazo en la cara, descubrí que algo feo puede doblar en precio o valor a algo bello.
Visité la librería Ulises en la búsqueda de nuevos títulos. En un lugar destacado encontré la última producción de Humberto Eco, el notable simiólogo italiano. Tomé el libro sellado y fui a la caja a preguntar el precio. «Sesenta y siete mil pesos», me respondió la cajera.
Pero, cómo, le dije, ¿Es posible que La Historia de la Fealdad valga casi el doble que la Historia de la Belleza, ambas obras del mismo autor y de Lumen, la misma editorial?
La cajera me miró y encogió los hombros sin darme razones y porque además estaba muy ocupada.
Segunda conclusión: en la literatura se rompe el axioma de Aristóteles, que lo feo puede ser más virtuoso para el negocio que lo bello.
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