La inteligencia parece estar distribuida por igual en todos los seres humanos. Eso afirmaba Descartes cuando hablaba del buen sentido esparcido entre nuestros congéneres en proporción muy parecida. No vamos a hablar de Psicología porque, en primer lugar, no soy psicólogo y segundo esto no pretende postular una tesis, sino que trata nada más que de una observación.
Basta con que miremos la mitología antigua y la contemporánea para sacar algunas conclusiones. Por ejemplo, Hércules era más forzudo que cualquiera. Atlas ni imaginarlo, como que sostenía sobre sus hombros el planeta completo. Goliath, un gigantón prepotente que se durmió en los laureles. En ellos no se lee que poseyeran una inteligencia sobre el promedio.
Ahora vamos al siglo XX. El mito de Superman rompe todo lo imaginable: posee una supervista, distingue imágenes a distancias extremas, tiene un superoído capaz de escuchar sin mediar equipos electrónicos conversaciones en sitios remotos. De la rapidez mejor no hablar porque vuela a la velocidad de la luz y, por tanto, es capaz de avanzar hacia atrás en el tiempo. Bueno, fuerza para qué decir, etc.
Ayúdeme usted querido lector, pero no me he encontrado en ninguno de estos héroes del mito que haya descollado por una super inteligencia. Aquí topamos, como dijo don Quijote. El ser humano común y el más superior de ellos comparten el mismo nivel de inteligencia, dándole la razón a Descartes.
Sobre los tests de inteligencia que aplica la Psicología, allá esa ciencia con sus métodos. Sin embargo, el filósofo Jacques Rancière, por ejemplo, afirma que la inteligencia es una cuestión de concentración y estado de alerta en oposición a permanecer distraido o, como decían en el colegio, andar pajareando o estar en la luna. Ahí estribaría la diferencia entre los más inteligentes y los otros.
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