¡QUÉ FALTA DE CRITERIO!

 
             Esta persona es descriteriada. Hay que tener criterio para eso. ¡Qué mal criterio! Son expresiones que oímos con frecuencia. Nos ronda esa palabra pero de ella nos falta una explicación más concreta, empírica, si se quiere para manejarla con propiedad. Los diccionarios dicen que es una opinión, un juicio, una decisión, una norma. Todo va bien, pero el intelecto funciona mejor con una imagen no abstracta.

             En una clase con el doctor Eduardo Cabezón, renombrado pedagogo chileno, llegamos al punto: criterio. Él ni siquiera se tomó un minuto para inspirarse, sino que fue directo al asunto. 

             «No es difícil comprender el criterio si cito el siguiente ejemplo. Un trabajador está extrayendo áridos a la orilla de un río. Lanza paladas de material contra un panel grande con una rejilla que funciona como un tamiz, como un cedazo. Así con el impulso pasa al otro lado sólo el material que le interesa, de las características que a él le sirven», dijo Cabezón (foto).

           Eso es el criterio, el colador necesario para actuar correctamente, esa parte de nuestro cerebro que luego de analizar rápidamente las variables a la mano y si corresponde, nos da luz verde.