Hay palabras que levantan el ánimo, voces que sirven a tu espíritu en un momento de aflicción. Cuando hay que pasar por encima de obstáculos o avanzar por donde uno no ve sendero, las palabras iluminan.
Pero, no cualquier palabra.
Traigo al tapete una expresión que le oí a un cura hace muchos años. Él la atribuyó a Dios. Y cuando dijo "Dios nos dice esto", me puse en guardia.
La bendita expresión la hemos escuchado muchas veces:
“¡En marcha!”
Cuando nos despertamos ¿cuál es el imperativo para iniciar el día? Es ¡en marcha!
En marcha fue la orden que recibieron los israelitas cuando abandonaron Egipto.
Cuando nosotros necesitamos el empujón para actuar alguien nos dice en marcha. Pero, no al estilo de una orden militar. El “en marcha” divino tiene un ingrediente de dulzura, de invitación como si a eso agregara un suave palmoteo en la espalda.
Y escribo de un modo tan elemental sobre mi percepción de aquella vez cuando oí esas palabras, a propósito de estos días de fin de año, en que debemos prepararnos para el próximo. En medio del agotamiento y el cansancio soy capaz de oír la invitación paterna:
¡En marcha!
Comparto con mis amigos lectores este sentimiento, como un remedio para los tiempos de agotamiento físico y mental. Llega el 2010. Por eso, ¡vamos!, ¡en marcha!
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