Wednesday, February 09, 2022

CONFUSIONES EN UN MUSEO DE CERA

MUSEO DE CERA de Las Condes.
 
             Nada puede confundir más que un museo de cera. En un silencio casi religioso uno no se sabe si está entre seres vivos o entre muertos o frente a vivos que parecen estar petrificados o a muertos con la mirada vidriosa. Extraña sensación en que el visitante está en un mundo falso que pretende mostrarse verdadero. Las medidas y las escalas de los personajes en exhibición corresponden a la realidad. En algunos casos el parecido está tan bien logrado que sólo el personaje mismo superaría a ese muñeco que lo imita.

            El primer museo de cera, el de madame Tussauds en Londres, demostró ser exitoso desde sus comienzos en 1835, porque ofrecía la ilusión de una reproducción con la apariencia de un personaje histórico muerto o una celebridad vigente. El museo de madame Tussauds fue «permisivo», porque dio la posibilidad a cualquier plebello ordinario, por ejemplo, acercarse a la reina Isabel, hecho que en la realidad resultaría imposible. Estos tipos de museos venden a la imaginación de la gente común el mundo al que no accederán nunca: estar cerca de personajes lejanos. Por eso hoy se han diseminado por el planeta, unos 25, incluido Chile (Las Condes).

EN EL MUSEO DE MADAME TUSSAUDS, de Londres, el público 
se toma fotos junto a la "reina" de Ingaterra.

             Porque viene al caso, tomo prestada y reproduzco a continuación la opinión del filósofo y escritor español José Ortega y Gasset sobre estos museos que él escribió en 1925 y que  está publicada en el libro La Deshumanización del Arte:

           «Ante las figuras de cera todos hemos sentido una peculiar desazón. Proviene ésta del equívoco urgente que en ella habita y nos impide adoptar en su presencia una actitud clara y estable. Cuando las sentimos como seres vivos, nos burlan descubriendo su cadavérico secreto de muñecos, y si las vemos como ficciones parecen palpitar irritadas. No hay manera de reducirla a meros objetos. Al mirarlas, nos azora sospechar que son ellas quienes nos miran a nosotros. Y concluimos por sentir asco hacia aquella especie de cadáveres alquilados. La figura de cera es el melodrama puro».

           Pero, no seamos aguafiestas, el comentario de Ortega y Gasset fue un juicio desde el punto de vista de un crítico del arte perfectamente comprensible. Nosotros podemos cerrar este post señalando que en museos de esta especie, los visitantes lo pasan regio en la aventura de conocer a «famosos», fotografiarse con ellos y, al mismo tiempo, aprender algo de historia...

CAUPOLICÁN, según imitación de museo de cera de Las Condes.

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*Ortega, La Deshumanización del Arte, pág. 45. (Alianza editorial. Madrid 2019).

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