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Imagen de arte surrealista tomado de internet. |
Parece que hubiera algo más allá del mundo que
habitamos y conocemos o que creemos conocer. Es un asunto sobre el que nunca se conversa, digo en la vida diaria, porque acá hay cosas más urgentes que atender. Sin embargo, aquello lo intuimos, imaginamos
indicios, los sospechamos. Pero, no logramos reunir ni una prueba que podamos
presentar al frío juicio de la razón. Porque esta nos escuchará atenta y abrirá
sus brazos a la espera que nos respaldemos mostrando a lo menos una rendija por donde
mirar a través, hacia afuera de nuestro mundo, para que así, ella ─la razón─ mueva afirmativamente la cabeza. Pero, no tenemos nada que exhibirle porque parecemos estar rodeados de un casco hermético, soldado al oxígeno, sin ninguna
fisura para acercarnos a espiar. Por tanto, ¿hasta ahí llegamos con
nuestra inquietud?
No, por ningún motivo. No nos
rindamos.
Busquemos en la literatura, a ver si
encontramos alguna ayuda, por lo menos una pista al respecto. ¿Qué nos dicen
los pensadores, esas mentes superiores, inspiradas que buscaron la verdad? John
Locke, referente importante del pensamiento de la Ilustración, dijo que le
entregamos demasiado poder a la razón. Esta afirmación es clave, a mi juicio,
porque nos entreabre una puerta.
Otra brecha la dio Umberto Eco, en su
búsqueda del origen de la belleza, la que no se puede abarcar plenamente con
toda la data física que podamos proveer. Lo bello no es solo proporción
matemática, equilibrio geométrico, contrapeso, sosiego, número áureo, etc.
Porque, dice Eco, una persona cualquiera podría echar mano a todas esas
variables con la esperanza de producir ─a la segura─ algo bello. Sin embargo, el resultado no está garantizado, el resultado puede ser una cosa muy fea. No hay fórmulas
para conseguir la belleza. Si fuera así, sería fácil manejar la estética.
Entonces, ¿qué camino conduce al atributo de la belleza? En este punto de la
búsqueda, Umberto Eco, afirma que lo bello proviene «de una tensión, de una
torsión que ya no pertenece al mundo físico». O sea, nos abrió una puerta que
rompe lo racional.
Hay personas que tienen, lo que se
llama un magnetismo, que son capaces de seducir, de inspirar y hasta
hipnotizar. A pesar de su semejanza con el resto de los ser humanos esas
personas están dotadas de un «algo» subjetivo, imposible de describir, pero que
se siente. ¿Ese «algo» viene de otra parte y pasa a través de esa gente?
En la Antigüedad, Platón observó el
mundo y postuló que había otro donde estaban las ideas, los conceptos, los
moldes perfectos, las matrices de cuanto tenemos aquí. Habría, de acuerdo con
su pensamiento, un lugar fuera de este…
Heráclito de Éfeso, anterior a Platón,
vio que todo cambiaba, que nada duraba mucho tiempo. Pero, que este cambio
constante no era un caos ni un desorden, que detrás había un logos, un orden
que no se veía pero que existía. Si no era posible que el logos fuera visto y
estudiado, ¿entonces no pertenecía a nuestro mundo?
Podemos seguir dando ejemplos a través
de la historia de lo que han dicho los filósofos. Pero, sus hipótesis como
tales quedan en el campo de la incertidumbre. La razón exige evidencias que
demuestren que esta sensación de la existencia de un ámbito desconocido que está afuera de
la Naturaleza es un asunto verdadero. Pero, momento: la puerta está entreabierta así que el planteamiento tampoco es falso.
Sin embargo, y para cerrar esta nota, remitámonos a Parménides para quien el ser es o no es. La nada no existe y como tal, ni siquiera puede ser pensada. Por tanto, si hay otro mundo no podría desplegarse en la nada.